martes, 4 de noviembre de 2014

¿Se puede progresar en el conocimiento sin luchar por ello?

De la película “El milagro de Ana Sullivan” me gustaría destacar algo que considero muy importante aunque puede parecer obvio: que no hay aprendizaje ni conocimiento sin esfuerzo. Al comentar esta película, otros compañeros han destacado lo útil que resulta para entender la relación que hay entre pensamiento y lenguaje o el carácter social de los seres humanos. Yo quiero hablar de cómo todo aprendizaje exige algún grado de esfuerzo. En este caso, mucho. Muchísimo. Los dos personajes principales de la película parten de muy abajo y de una situación muy difícil. Podríamos decir, recordando a Platón, que están en el fondo de una caverna muy oscura y muy profunda.    
De la película lo que más me llamó la atención fue que describe la vida de dos personajes asombrosos que existieron realmente: Hellen Keller (1880) y Ana Sullivan (1866-1936). Hellen Keller, una niña que se quedó ciega y sorda a los 19 meses de edad y que, a pesar de ello, logró aprender a hablar, a leer y a escribir y fue la primera persona sordociega que obtuvo un título universitario. Y Ana Sullivan, la maestra de Helllen, que tuvo una infancia pobre y muy desgraciada (muerte prematura de la madre, enfermedad grave del padre, ingreso de los hermanos en un orfanato, muerte de su hermano pequeño), y también padeció una grave enfermedad llamada “traucoma” que casi la dejó ciega. Ello la obligó a acudir a una escuela para ciegos y a realizar varias operaciones que le permitieron recuperar la vista. Después de recuperar la vista, llegó a ser una estudiante ejemplar, graduándose con honores. Las dos destacan porque fueron muy luchadoras y superaron dificultades que parecían insalvables.
Es sorprendente la transformación que se da en Hellen Keller gracias a la intervención de Ana Sullivan. Antes de que los padres de Hellen contrataran a Ana Sullivan, Hellen era una niña que tenía un comportamiento salvaje y que vivía muy aislada del mundo porque estaba sin educar y no tenía un lenguaje que le ayudase a entender el mundo que la rodeaba y a comunicarse. Sin vista ni oído no podía aprender el lenguaje como el resto de los niños. Ana Sullivan conseguirá enseñárselo, y esto me parece absolutamente increíble, a través del tacto y del lenguaje de señas que utilizan los sordos. Y cuando lo aprende se transforma. Sigue sin ver y sin oír pero comienza a entender lo que pasa a su alrededor y a comunicarse con los demás. Está más contenta, deja atrás su comportamiento salvaje y se convierte en una niña comunicativa  y sociable (gracias también a los enormes esfuerzos que hace Ana Sullivan para inculcarle unas normas) que ya no dejará de avanzar en su proceso de aprendizaje. Su caso y el de su maestra son dos ejemplos de cómo no hay conocimiento ni aprendizaje sin esfuerzo.

1 comentario:

  1. La idea de que no hay conocimiento ni aprendizaje sin esfuerzo es algo que aparece en la película sí, pero es también algo que nosotros experimentamos día a día. El camino que nos lleva a alcanzar una meta no va a ser nunca un camino de rosas, un camino fácil, si no que tendremos que derrumbar numerosos muros y obstáculos para lograr así alcanzarla. Así mismo, tampoco hay aprendizaje ni conocimiento sin sufrimiento. Puede sonar cruel, y lo es en realidad, pero muchas veces, esta crueldad es necesaria. No quiero decir que en todo momento haya que ser crueles, ni de ninguna manera esto es una invitación a la violencia ni nada por el estilo, solo quiero decir que para aprender es necesario llevar golpes, es necesario pasarlo mal en algunos momentos. Por supuesto que suena mucho mejor la idea de una vida sin sufrimiento, pero esto es imposible. Si nunca hemos sufrido, cuando nos toque hacerlo el golpe será muy duro y muy difícil de superar; para poder levantarse hay que caer.
    Cuando nos caemos nos cuesta mucho entender que aprenderemos de esa caída; estamos mal acostumbrados a que todo nos vaya bien. Un claro ejemplo que además nos atañe mucho a nosotros, los estudiantes, es un suspenso en un examen o una mala nota. Siempre nos dicen que de los errores se aprende pero la verdad cuando vemos un suspenso, en lo único que nos fijamos es en la nota y no hacemos más que verlo todo negro y deprimirnos. Deberíamos intentar cambiar nuestro modo de pensar y cuando pasan este tipo de cosas analizar el porqué de lo ocurrido para que así la próxima vez pueda salir mejor. Le damos demasiada importancia a los resultados finales, a las notas en este caso, y no valoramos todo lo que hay detrás de ellos. Queremos que a nosotros nos valoren nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, pero si nosotros solo tenemos en cuenta un resultado, como van ellos a tener en cuenta lo que nosotros mismos no tenemos en cuenta? Deberíamos pararnos a reflexionar verdaderamente y cambiar nuestro modo de ver las cosas. No nos podemos dejar llevar simplemente por un resultado, por un número, por un aprobado o un suspenso.

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