¿Alguna vez te has parado a pensarlo? Aparente mente somos
quienes queremos pero, ¿estamos seguros de que eso es así?
‘’El elefante encadenado’’ parece un buen ejemplo para
explicar esto: ‘En un circo hay animales, entre los cuales se encuentra el elefante.
Éste es grande y fuerte, ¿por qué no huye? Cuando era pequeño, a este elefante
se le encadenó una pata a una estaca para que no huyera. Mientas era pequeño él
intentaba liberarse y escapar, pero no era suficientemente fuerte para
lograrlo; así que un día, tras muchos intentos de fuga, el paquidermo se da por
vencido y nunca más intenta escapar’
Con esto quiero decir que: a nosotros nos parece que somos lo
que somos pero, tal vez sólo nos lo parece porque es lo que nos enseñaron.
Primeramente, nuestro nombre; parece que es nuestra seña de
identidad, de hecho cuando nos presentamos a alguien lo hacemos con el nombre. Por
muy nuestro que nos parezca ni siquiera lo hemos escogido nosotros, de eso se
han encargado nuestros padres, y en ocasiones ni eso porque hay casos en los
que los padre no le ponen el nombre que quieren a sus hijos, sino el que se ven
obligados a ponerle (por razones familiares, porque un ser querido murió y el
bebé recibe ese nombre como ‘’homenaje’’, por tradición, por moda...). De todas
maneras, este sólo es el primer detalle, en realidad, no somos un nombre, o no
deberíamos serlo. Somos más que un puñado de letras en uno u otro orden.
Habiendo hablado ya del nombre, sigamos: la sociedad. El otro
día, en clase, una compañera nos habló de cómo nos influye la sociedad. A
través de anuncios, películas, juegos o incluso libros percibimos una realidad,
y aunque no es real (o no lo es al 100%, por lo menos) nosotros interpretamos
esa realidad y creemos que debemos ser como esos iconos tan irreales y
aparentemente perfectos. Este es un ejemplo de cómo la sociedad influye en nosotros:
Pero en la sociedad, no sólo nos influyen los medios de comunicación y las
personas ajenas a nosotros. La parte de la sociedad que más nos influye son
nuestra familia, y dentro de la familia, los padres. Casi todos los niños
buscan la aceptación de sus padres, aunque para ello tengan que renunciar a ser
quienes son. Hay persona que aprenden un idioma, hacen una carrera, tienen una u
otra pareja o incluso cambian su carácter
para que sus padres se enorgullezcan de ellos. En muchas ocasiones no son
suficientes todos los intentos de los hijos, pero tampoco lo
serán nunca, porque jamás obtendrán la respuesta que tanto ansían por parte de
sus progenitores. Es difícil darse cuenta de esto, sin embargo, precisamente
por la dificultad que entraña, todos deberíamos hacer lo que nos gusta sin
importar los demás. Quién te quiera juzgar lo va a hacer igual por muy alto que
consigas llegar o por muy bien que hagas las cosas.
Finalmente, somos lo que somos en función de nuestras
decisiones, nuestros actos y los momentos que vivimos. Por ejemplo, un niño que
crece en un ambiente en el cual obtiene todo lo que quiere sin apenas esfuerzo
en el momento que tenga que conseguir algo por sí mismo deberá hacer un
esfuerzo abismal; mientras que, a otro que crece aprendiendo que para conseguir
lo que quiere debe esforzarse, cuando deba hacer algo por sí mismo el esfuerzo
que tiene que hacer para conseguirlo será mínimo.
Para concluir, nadie puede decirnos si somos quienes queremos
ser (nadie lo sabe mejor que uno mismo) y a pesar de que es imposible que
influyan sobre nosotros, porque para evitarlo deberíamos aislarnos de la
sociedad y somos seres sociales (la necesitamos) tampoco deberíamos dejar que
nos controlaran volviéndonos marionetas de los demás.
Sati-Deva Cancelas Moldes 1ºA BACH
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