Un judío sefardí, nacido en la ciudad griega de Salónica,
cuenta la terrible experiencia de haber sido prisionero
durante dos años en el campo de exterminio nazi de Auschwitz
y cómo pudo salvar su vida gracias a que sabía tocar el violín.
¿Por qué estudiar el HOLOCAUSTO?
Han pasado 70 años desde que un 27 de enero de 1945,
las tropas soviéticas liberaran uno de los campos de exterminio conocido por el nombre de Auschwitz-Birkenau. Una creación humana sin precedentes en la historia que nos sitúa en
un escenario límite, documentado, estudiado y testimoniado, que desde entonces
representa un hecho singular, no solo del siglo XX, sino en la historia de la humanidad, y que representa un intento sin precedentes de asesinar un pueblo entero y de
extinguir su cultura.
Recordar que Auschwitz existió
es un deber de memoria, y si esto es así –verdaderamente- habría que considerar los motivos que llevan a
muchos educadores a ignorar este acontecimiento sin precedentes del que brotan tantas
preguntas que inevitablemente, desde entonces,
todos lo humanos están llamados a hacerse, pues no sitúan en los límites
de lo que significa “ser ser humano”, y esto porque :
Pensar sobre Auschwitz nos puede ayudar a considerar
críticamente el uso y el abuso del poder, el papel de la propaganda, los medios
de comunicación de masas y la aplicación
de las tecnologías en una lógica de razón instrumental que evade la asunción
de las responsabilidades que tienen los
individuos, las organizaciones y las naciones, al enfrentarse a lo que hacen y a
lo que dejan de hacer cuando hablamos de violaciones de derechos humanos
fundamentales.
Pensar sobre Auschwitz debe prevenirnos frente al aprendizaje del
odio o el miedo, el prejuicio y los estereotipos que acompañan los procesos de
socialización en los que debemos implicarnos con lucidez para pensar los retos
de nuestro tiempo por difíciles que nos parezcan.
Pensar sobre Auschwitz debe ser un motivo para
explorar el peligro de una sociedad que se conforma, que prefiere callar ante
lo que vulnera su sentimiento moral, que cae en la apatía, la indiferencia
moral y la complicidad frente a la injusticia.
Pensar sobre Auschwitz no supone explicarlo, ninguno
de los factores históricos, sociales, religiosos, políticos o económicos da
cuenta del Holocausto, sino que debemos huir de la relación causa/efecto en un
acontecimiento que destruye las bases de nuestra humanidad y los valores
civilizatorios que sustentan la cultura democrática. Esa deuda griega, ese gran
legado siempre por hacer pues son muchos los peligros que la acechan, es responsabilidad
de todo aquel que aspire a ser ciudadano.
Pensar sobre Auschwitz será necesario hoy como ayer y también mañana, porque las deudas de un crimen contra humanidad no prescriben
nunca, hay un deber de memoria por el sufrimiento de las víctimas, el coraje de
los salvadores y de todos aquellos que hoy en día siguen testimoniando la
verdad del horror incómodo que suscita la pregunta de cómo fue humanamente
posible, y cómo ese hecho histórico de memoria constituye el fondo para pensar
y actuar frente a indignidades, que también desde entonces, se siguen
repitiendo, y que amenazan la libertad, el respeto y la dignidad de lo que, no
sin precaución, llamamos humanidad.
Leer El
deber de memoria al rescate. Reyes Mate.
El País. 16 de enero de 2015
“El
Holocausto fue la persecución y asesinato sistemáticos, burocráticos y
patrocinados por el estado, de aproximadamente seis millones de judíos por
parte el régimen nazi y sus colaboradores. ‘Holocausto’ es una palabra de
origen griego que significa ‘sacrificio mediante el fuego’. Los nazis, que llegaron
al poder en Alemania en enero de 1933, creían que los alemanes eran ‘racialmente
superiores’ y que los judíos eran considerados ‘vida que no merece vida’.
Durante el Holocausto, los nazis también apuntaron a otros grupos debido a su
percibida ‘inferioridad racial’: Roma / Sinti (gitanos), los discapacitados, y
algunos de los pueblos eslavos (polacos, rusos y otros). Otros grupos fueron
perseguidos por motivos políticos y de comportamiento, entre ellos, comunistas,
socialistas, Testigos de Jehová y homosexuales.”
Fuente:
Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, Washington, D. C., EE.
UU.
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