Las máquinas hacen cosas muy impresionantes. Pueden calcular números astronómicos y muchas cosas más. Son tan útiles, que quizás en un futuro las tengamos como amigas. Sabemos que una máquina puede tener funciones muy parecidas a las de la mente, pero, ¿realmente una máquina piensa?
Pues bien, podemos hacer una prueba para saber si piensa o no: un ser humano entabla dos conversaciones escritas: una con un ordenador, la otra con un ser humano; pero la persona no sabe quien es el ser humano y quien no. Si al cabo del desarrollo de las conversaciones, la persona no logra distinguir quién es quién, habrá que admitir que la máquina es tan consciente como los seres humanos. Si tras una conversación coherente, una máquina expresa dolor, tenemos justificación para asumir que esa máquina piensa y siente como nosotros, es decir, está consciente.
Algunas máquinas han sido sometidas a la prueba que he mencionado más arriba pero ninguna la ha pasado. Los ordenadores han logrado hacer con facilidad funciones que los seres humanos no dominan. Pero no lograron hacerse pasar por un ser humano en una conversación escrita.
No obstante, algunos filósofos han opinado que, aun si una máquina pasase la prueba, no sería demostrativo de que la máquina tiene una mente. los filósofos estiman que, una máquina daría el indicio exterior de que está pensando, pero ello no implica que la máquina realmente esté pensando. Si una máquina pasase la prueba que he propuesto daría la impresión de tener una mente. Con todo, el problema persistiría: ¿cómo sabemos cuándo una cosa (sea un ser humano o una máquina) piensa?
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