sábado, 27 de abril de 2019

La educación en condiciones sectarias


Desde que tengo memoria mi mente nunca se quedó callada. Siempre daba vueltas. Siempre lo analizaba todo, sofocándome. Cada vez que alguien mencionaba el hecho de pensar más y reflexionar, pensaba "¿más? no, por favor".
Ahora piensa en tu educación, desde que has nacido. Tus padres te enseñaban valores y en el exterior también. Lo más probable es que los procesaras y los dieras por sentado. Tendrían que ser válidos, ¿no? 
A mí nunca me pudo pasar eso, demasiados discursos, demasiadas incoherencias.
¿Qué era válido realmente y qué no?
Para empezar, ciertos abusos no me parecían adecuados. La violencia nunca me había parecido lo correcto (sin importar lo que diga Maquiavelo por unos instantes). Pero yo veía violencia.
Iba a casa de mis amigas (solo de sexo femenino obviamente) y sus padres, en conjunto o solo la madre, decidían si podían hacer x o y. Llegaba a casa, para ver que mi madre hacía todo pero las decisiones siempre terminaban en el poder de mi padre. Evidentemente, no sabía por qué era, sin embargo, algo no me encajaba. No sabía de dónde venía aquella supremacía del hombre. De su poder en todo lo abarcable.
Cuando crecí lo llamé despotismo machista porque no sabía con qué compararlo.
 Cada vez que escuchaba en las celebraciones cristianas a las que asistía discursos, sentía la tristeza recorrer mi cuerpo. Quería llorar pero no podía. Quería ser fuerte y creía que eso sería caer en la debilidad. Mas escuchaba a la gente hablar de cómo la mujer es la fábrica de la vida y está destinada a ello. Si no, convento o dedicación al servicio.
Por otra parte, veía figuras de "poder" que gobernaban la vida de los demás. No lo entendía. ¿Cómo un completo desconocido puede llegar a dirigir la vida de los demás? Decirles qué hacer, cómo comportarse y dirigir sus vidas. Más ansiedad. ¿Acaso mi vida estaba escrita por una deidad o una persona que por un supuesto poder divino debía decirme qué hacer? ¿No podía elegir? El mareo venía a mí tan solo recibir estos pensamientos.
Ceder el control de tu vida. Recordándome la filosofía de Hobbes, “el hombre es lobo para el hombre” por lo que hay que ceder el poder al estado para el control de sus vidas y no ser dañinos entre sí. Lo mismo se hace hacia los catequistas. Hasta con la intimidad, destruyendo cualquier rastro de privacidad. Desde la frecuencia con la que se mantienen relaciones en el matrimonio hasta casarte con una persona de fe (implicando no poder estar con alguien que no profese la misma creencia y abandonando el amor por ello). Y además demostrando la superioridad de sus mentes; si una persona no está dentro de esto, la relación ya va a ser inestable y estará mal, por lo que hay que abandonarla.
Pero, lo mejor de todo (irónicamente hablando), no es el hecho de que dirigieran la vida de los demás o sus mentes, sino la forma de hacerlo.
Creo que todos sabréis determinados rasgos de los totalitarismos. Uno de los métodos más fáciles de manipulación humana es el empleo del miedo. Y como dice Maquiavelo los gobernadores deben escoger entre ser amados o temidos. Y el amor se puede olvidar. Por consecuencia, las amenazas son persistentes. Si no tienes fe, si apostatas, si antepones cualquier acción a la religión y tu actividad en la comunidad, vas a ir al infierno. O estás poseído. O eres un pobre pecador. Porque eso, es lo que eres. Un pecador. Estás aquí por eso y Dios te ha escogido, no porque seas mejor. Aún así, fuera de aquí, en el mundo, solo encontrarás el pecado, el vicio, la infelicidad y volverás. Verás como vuelves. Caerás en la miseria, en la droga, en el suicidio. Porque fuera no hay nada. “Cuando salgas te convertirás en una persona infeliz, y ya no podrás decir que no conoces el catecumenado”.
Otra característica a resaltar es que la razón y la fe son incompatibles. Postura que se ve reflejada en el siglo II a través de Tertuliano. Ésta es constantemente mencionada como ejemplo en la boca de los sacerdotes o catequistas (así llamados quienes predican y son llamados por Dios para dedicarse a ello viviendo en la precariedad) “la razón viene del demonio”. No hay verdad más absoluta que la Biblia y no hay mérito en creer lo que se entiende sino lo que se acepta por fiarse de quien lo dice, es decir, los catequistas. De forma que el pensamiento y criterio propio (desarrollados en la formación de la identidad como personas) no posee mérito y es inútil.
Expresar una idea propia que no sea afín a la de estos ideales es impensable, ¡se reirán de ti! ¿Tolerancia y respeto? ¿Qué es eso?
Hablando de precariedad en la que supuestamente se vive cuando se es elegido por Dios para predicar y básicamente estar en una sociedad jerárquica, no solo me recuerda a la sociedad medieval. Los monarcas elegidos por derecho divino. ¿Quién puede confirmar la veracidad de este hecho?
Se habla de precariedad, pero los iPhone de última generación, hoteles de calidad dónde celebrar y toda clase de contradicciones al término "precariedad" se ven aplicadas.
Si eres joven, no puedes salir. Estás obligado a ir. Es la educación.  Si te opones, vendrán la presión y los sermones.
Las celebraciones se harán siempre con una frecuencia semanal, y en altas horas nocturnas. El sueño cae sobre los párpados de las personas, dificulta el pensamiento. ¿Acaso no es éste un mecanismo para manipular las mentes de las personas?
Pero todo ello tiene un fallo. Citando a Locke: “el uso de la fuerza para coaccionar en cuestión de creencias religiosas no tiene sentido y es absurda e ineficaz, ya que nadie puede configurar sus creencias según el mandato de otras personas”.
Una vez se ha desarrollado un criterio propio, una decisión, unas creencias... una posible autonomía moral es muy complicado que nadie te imponga nada. Entra y sale. Por ello, no lo consiguieron. El sistema no funcionó conmigo ni con mi hermana.
Ahora pregunto, ¿de verdad eso no era una secta? De forma teórica, al estar aprobada por el Papa no. ¿Sabe realmente todo lo que se lleva a cabo? No lo creo. Yo lo describiría como la perfecta definición de secta manteniendo el secretismo de las acciones que puedan levantar sospechas.


Clara Ferrán Fraga, 1ºB

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