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Irene Montero. Fotografía de Marta Jara |
“Sobre la mesa de reuniones, un sonajero.
Sobre el sillón de despacho, el cuadro de los reyes. Irene Montero (Madrid,
1988), ministra de Igualdad, recibe a eldiario.es mientras Aitana, su
tercera hija, viaja de brazo en brazo entre sus colaboradoras. Con tan solo
seis meses, la pequeña lo mismo recorre los pasillos de una televisión, que
asiste a una reunión orgánica de Unidas Podemos, que no pierde ripia de los
focos que prueban los compañeros de vídeo antes de grabar esta larga charla, en
la que la ministra exhibe la misma seguridad en sí misma e idéntica fluidez en
el verbo que cuando llegó por primera vez hace seis años al Parlamento.”
Sí,
efectivamente, la aprendiz de feminista, ahora ministra, amplia la red de
“cuidados” de su hija a sus colaboradoras, quienes a no dudar, estarán
encantadas de dejar a sus propios hijos en las guarderías de pago, mientras se
ocupan de los berrinches de la hija de su jefa con una sonrisa en los labios.
La otrora diputada Irene Montero, ya ha sido objeto de denuncias por parte de
dos ciudadanas por trato impropio (una de su exescolta por vulnerar sus derechos como trabajadora al
obligarla a realizar tareas de cuidado impropias en su trabajo, y otra de una
propietaria de una vivienda a la que puso en la picota mediática con nombre y
apellidos aportando información errónea).
De
ambas denuncias se ha ido librando porque cuenta con todo el equipo de abogados
del Podemos, y por su posición de poder
que respaldó obedientemente los inscritos e inscritas (como les gusta decir
para parecer que son más), cuando el líder supremo la eligió como pareja y la
situó en la cúspide de la organización para compartir su trono indiscutible. Esto
no es “machismo” es así, y si alguien considera lo contrario, me da igual. Y
ahí está, empoderada con estos avales, de diputa a ministra, empoderándose en
familia y asegurando su pensión. No se puede decir que haya venido a la
política para forrarse, porque queda mal, y sería juzgada como una esbirra de
la “derecha salvaje” que tanto le gusta nombrar, pero es lo que opinan, muchos
de los que han abandonado “la organización”, y que no se atreven a decir, los
que aún permanecen “gestionando, para sí, su diferencias”.
Y
si no, que se lo pregunten a Teresa Rodríguez que fue obligada a ritualizar un
acto sacramental de despedida “cariñosa”, (recomiendo ver el vídeo que da para
una clase de imagen y propaganda política) en la que la líder caricontecida
actúa al compás de los sumisos miembros de la “organización” que mueven la
cabeza en un sentido y en otro al compás de sus palabras, parece la
presentación de un experimento de conformidad de psicología social que podría
llegar a divertir, sino fuese por el hecho de que Podemos ejecuta un modelo de
liderazgo que poco tiene que ver con la trasparencia de la que presumen (y que
tanto empieza a generalizarse en el resto de la formaciones).
El
caso es que, a pesar de que a la ministra de Igualdad le gusta hablar de sus 35
diputadas de Unidas Podemos, la hoy disidente, Teresa Rodríguez, no se fue sin calificar a Podemos como una
organización “masculina, madrileña, universitaria y de clase media”. Supongo
porque pretendía poner el dedo en la llaga sobre el “partido de la gente a la
que ningún partido había representado hasta ahora”. Un populismo del que VOX se
está surtiendo en votos de más a más.
Por
lo demás, la entrevista es todo menos interesante, no me cabe duda de
que Irene Montero es locuaz, ya lo demostró en sede parlamentaria, y que tiene
aprendida la retorica de intercambio de frases aprendidas para un recitativo
que esquiva la preguntas con palabros como: espacios
diferentes, gestionar diferencias, formas diferentes de ver, seguir
construyendo, debatir de forma abierta, transparencia, nacidos para gobernar,
derecha salvaje, gobierno, gobierno, gobierno, yo como ministra, soy ministra…….,
bueno agotador e inquietante al mismo tiempo, cuando dice que las mujeres
necesitamos que se arbitren “políticas de supervivencia” porque nos están
matando y es prioridad nacional (ahora, cuando Podemos se negó a respaldar el
pacto contra la violencia de género anterior), y la “ley integral de diversidad
de trato y de igualdad étnico-racial” cuyo nombre da temblores y que imagino
dará mucho que hablar, como esta joven ministra, vigilada bajo la mirada atenta
de una feminista curtida y experimentada, nada simpatizante por cierto, como es Carmen Calvo. Veremos.
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