Si la historia de cada territorio, de cada nación, tiene algo en común, es sin duda la característica de que todas ellas han pasado épocas que les gustaría poder olvidar. De hecho, incluso de forma individual: muchas veces nos sorprendemos a nosotros mismos deseando poder suprimir de nuestra memoria algún recuerdo desagradable o embarazoso. El olvido de lo que no nos resulta agradable es una idea seductora y aparentemente ideal, pero, ¿hasta qué punto?
Cuando era pequeña me cuestioné muy seriamente el motivo de que nos hicieran estudiar historia. Pensaba "¿por qué tenemos que estudiar todas esas cosas ocurridas, pertenecientes a un pasado que ni siquiera he llegado a conocer?". Pero una profesora que tuvo la paciencia de escuchar mis inquietudes me dijo algo que no olvidaré: "hay que conocer todos los errores del pasado para no volver a repetirlos".
Ahí estaba la razón. Y esa es la misma que hace el recuerdo, la memoria, tan importante. Incluso los recuerdos malos (o debería decir "especialmente") deben de tener cabida en nuestro conocimiento. Debemos interesarnos por nuestro pasado, nuestras raíces, por todo lo desagradable. Disputas, guerras, enfermedades, catástrofes naturales; todos ellos forman parte de nuestra memoria colectiva y nos enseñan a seguir adelante y a afrontar nuevos conflictos. Preservar todos esos recuerdos resulta imprescindible para avanzar, para seguir adelante.
Recientemente tuvimos la oportunidad de disfrutar del documental "A pegada dos avós", en el hijos de aquellos que perdieron su vida en la Guerra Civil española contaban su historia. Personalmente, fue una experiencia reveladora en tanto que pude abrir los ojos a una realidad que está ahí, pero que muchas veces tendemos a intentar enterrar en el pasado, recurriendo a ese seductor olvido que parece hacerlo todo más fácil.
Pero, de todas formas, no se debe de confundir la memoria con el rencor. Tan importante es no olvidar como saber perdonar las ofensas del pasado. Una sociedad que se estanca en la ira y el dolor tampoco es capaz de avanzar. Tal y como, sabiamente, dice uno de los protagonistas del documental "yo perdono, pero no olvido".
Malva Freire Regueira.
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