miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cuando la verdad cura y enseña. Día Mundial de la Filosofía.

El World Philosophy Day ha sido instituido por la UNESCO dada la necesidad que la humanidad tiene de reflexionar sobre los acontecimientos actuales y hacer frente a los desafíos que se nos plantean en el futuro. Así que nos preguntamos ¿podemos hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo sin memoria de nuestro pasado?  Como dijo Hugh Thomas, uno de los hispanistas  británicos que más ha estudiado la  pos-Guerra Civil española, "Quien olvida el pasado se enfrenta con un porvenir incierto". A pesar de lo  razonable de este aserto, no parece ser una de las prioridades de nuestro gobierno, sacar provecho de las lecciones del pasado.
     Por lo menos así se desprende de las declaraciones que el pasado día 15, realizó nuestra representante ante la ONU en Ginebra, Ana Menéndez, quien en su intervención final ante el Comité de Naciones Unidas sobre Desapariciones Forzadas,  -en donde se leyó el informe final en el que se denunciaba el desamparo de las víctimas del franquismo  y se  instaba al Gobierno español a "cumplir su obligación" de buscar a los desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura”-, la embajadora lamentó que un comité especializado acuse a nuestro país de no cumplir con sus obligaciones como Estado de Derecho, ya que afirmó: "creemos que la excesiva atención al pasado dificulta la identificación de problemas futuros y presentes".
     A pesar de las protestas de nuestra diplomática, la ONU ha dado a España un plazo de un año, "a más tardar el 15 de noviembre de 2014" para informar al Comité de si ha hecho caso a tres de sus recomendaciones: la de adoptar las medidas necesarias para dejar sin efecto la ley de amnistía e investigar las desapariciones forzadas cometidas durante el franquismo. Porque como señaló en su informe el abogado especialista en Derechos humanos  y profesor de Filosofía del Derecho Álvaro Garcé García y Santos,  "No se trata de mirar al pasado con revancha. La verdad es reparadora. Y no solo para las víctimas, sino para la sociedad entera. Cuando hay una contradicción entre la justicia y el derecho, debe prevalecer la justicia”.
     Con el fin de fomentar el pensamiento crítico os propongo pensar conmigo dos cuestiones que me parecen importantes: ¿Puede la verdad ayudar a curar el dolor de la injusticia? ¿Qué nos puede enseñar el conocer la verdad sobre las injusticias cometidas?
     El pasado político de nuestro país, representado en la dictadura franquista, tuvo el desgraciado efecto de durar lo suficiente como que para que todos los que lo sufrieron, hayan muerto o sigan vivos, hayan vivido sin la experiencia de poder hablar libremente sobre la injusticia de la que fueron víctimas. Esto ha dejado una huella imborrable en su biografía, en la de sus familiares, y en la conciencia de una sociedad que fue víctima y cómplice, según se mire. Un daño que en principio no hay forma de perdonar, porque el daño causado por la dictadura de un Estado, que hizo de la violencia y la mentira su práctica permanente, es siempre imperdonable, pues como decía Primo Levi frente a lo irreparable el perdón carece de sentido.
     En el proceso de transición política a una democracia en nuestro país se pasó por alto la importancia de hacer justicia a las violaciones terribles de Derechos Humanos cometidos durante el franquismo. Esta circunstancia no solo ha tenido su efecto en las víctimas sino también en la convivencia de los ciudadanos. De hecho se quiera reconocer o no, muchos de los males que aquejan a nuestra sociedad actual tienen su origen, no tanto en la crisis económica, cuanto en una crisis más profunda que afecta a los valores que sustentan nuestra convivencia, y que siguen anclados en ese pasado que no supimos afrontar. No hablamos de perdón ni de arrepentimiento, pero sí de cura, del efecto reparador de la verdad,  de la necesidad de colaborar en la sanación de una herida que, treinta y ocho años después de la dictadura, sigue abierta en la sociedad española.
    ¿Qué nos puede enseñar el conocer la verdad sobre las injusticias cometidas?
     El hecho de que la sociedad española no haya juzgado, moralmente y políticamente a través de sus instituciones, la dictadura franquista, ha contribuido a vaciar el sentido del concepto de justicia, pues ocurre que cuando una sociedad no sanciona los crímenes cometidos, sea en el presente o en el pasado - porque las violaciones de los derechos humanos por parte de un Estado no prescriben en el tiempo-, está negando que se trate de crímenes. Negar el crimen, sea por omisión o no reconocimiento, nos sitúa moralmente del lado del criminal, y condena a la víctima a la imposibilidad de transcender su condición, pues aunque los individuos puedan recuperar su libertades perdidas como ciudadanos, si el Estado como representante de la ciudadanía, no garantiza el ejercicio independiente de la justicia para juzgar las injusticias cometidas, las víctimas se sienten obligadas a ser ellas quienes recuerden incansablemente la impunidad, el abuso y la injusticia que se ha cometido, en este caso con ellas y con sus seres queridos. Eso necesariamente tiene que doler ¿o no?
     Un dolor que no tiene fin, que no puede ser compartido ya que se ven forzadas a asumir el daño experimentado en la exclusión, el olvido, el desamparo, el desaliento y el aislamiento, en un Estado se desentiende de los abusos de la dictadura anterior, y no garantiza el reconocimiento de los derechos de todos.  Por eso solo cuando desde el poder del Estado, la ciudadanía se haga cargo de la reparación de la injusticia, reconociendo la verdad que las víctimas representan, en el dolor sufrido por la desaparición de sus seres queridos en fosas sin nombre ni recuerdo. Solo –repito- cuando los ciudadanos nos sintamos obligados moralmente a exigir al Estado que se haga cargo de esta tarea, solo entonces podrán las víctimas abandonar su condición de víctimas y empezar, por fin, su trabajo personal de superación traumática para reconquistar su condición plena de ciudadanos y ciudadanas con derechos.
     Conocer el pasado en términos de objetividad historiográfica es un derecho que sostiene una convivencia establecida en torno a valores de tolerancia y justicia. El compromiso ético por conocer la verdad y denunciar todo intento de construir una convivencia sobre mentiras es la principal enseñanza que nos puede deparar.
     Quizás la verdad no nos hará libres, pero la imposibilidad o las trabas para buscarla no nos harán mejores. Por eso como ciudadanos y ciudadanas debemos exigir de nuestro gobierno una educación de la ciudadanía que garantice el reconocimiento del patrimonio histórico que ha generado con garantías de objetividad,  y una valoración crítica de los valores y tradiciones culturales que sustentan nuestra convivencia. Desafortunadamente, no parece ser que sea esta la política educativa de este gobierno, a juzgar por la reciente aprobación de la reforma educativa que refuerza la religión y suprime la materia de Educación para la ciudadanía, además de mermar hasta su extinción futura la docencia de Filosofía en los distintos niveles educativos.
     En un día como hoy todos deberíamos pensar qué pasa cuando el quehacer filosófico se aparta de la educación de los ciudadanos ¿Estamos condenados a repetir el asesinato de Sócrates por parte de la propia ciudad?

Feliz Día de la Filosofía.

Elena G. Gálkina

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