miércoles, 20 de noviembre de 2013

Día Mundial de la Filosofía


EL ASNO DE BURIDÁN

¿Qué nos impulsa a hacer o dejar de hacer algo? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? La vida se puede ver como una sucesión continua de elecciones, y no todas las elecciones deben ser razonadas. El ser humano es posiblemente el único ser dotado de razón, somos capaces de comparar, pensar en distintas posibilidades, decidir qué es bueno y qué es malo… Esto es una bendición, sin duda, pero hay que saber lo que se tiene y usar bien esta habilidad, de lo contrario, podemos convertirnos en esclavos de la razón, como sucede con el Asno de Buridán (cuyo protagonista no es un ser humano, ¿casualidad?, veremos…)
Resumiéndolo todo un poco, en esta fábula filosófica se nos cuenta la historia de un hambriento asno, que a pesar de tener dos balas de paja a su disposición, no se decide a comer ninguna porque no ve motivo razonable para escoger una en lugar de la otra, ya que ambas son exactamente iguales y están a la misma distancia. El narrador de la historia intenta ayudar; su idea es acercarle una de las balas, pero no puede, se ve en la misma encrucijada que el animal.
En este texto no se nos dice que debamos ser irracionales o, por consiguiente “deshumanizarnos”. La idea es que, a la hora de racionalizar, la irracionalidad es un recurso más, el dejarse llevar por las emociones o impulsos naturales como el sueño o el hambre (para algo existirán ¿no?) En principio no parece haber razón para que el asno escoja una u otra bala de paja, pero más irracional todavía es morirse de hambre.
La racionalización no es algo que se haga de forma fría y cuadriculada. Lo que hace el asno, aunque nos parezca todo lo contrario, no es racional; o lo que es lo mismo, no es humano. De ahí que ese personaje esté caracterizado como animal. Con esto se nos recuerda también la parte más biológica y natural del hombre;  que el humano es algo más que razón, o bien, que la razón comprende los impulsos naturales y emocionales de nuestro ser.
Es cierto que el protagonista de esta historia es un asno, pero, al final de la historia, el narrador (presumiblemente humano) también cae esclavo de la pura racionalización. ¿Por qué? Porque, a pesar de estar dotados con ciertas habilidades exclusivamente humanas, si no sabemos cómo utilizarlas, podemos llegar a rebajarnos al nivel de un burro. Y tan asno es el que usa la calculadora para vivir, como el que desconecta y deja que sus hormonas e instintos vivan por él.
En definitiva, no debemos olvidar aquello que nos hace humanos, pero es que, además de personas, somos animales, y debemos aprovechar lo mejor de ambos conceptos para hacer de nosotros seres equilibrados.

Antonio Álvarez, 1BI LETRAS

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