El
historiador Guillermo Pérez Sarrión (catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Zaragoza y autor de La
península comercial (Marcial Pons, Madrid 2012). Escribe hoy un artículo en el
diario El País en el que denuncia críticamente
la impostura intelectual y el grave daño que se le hace a la credibilidad de la
ciencia histórica cuando se pone al servicio de una ideología pues pierde
credibilidad.
Se une
así al debate generado entre Gabriel
Tortella -profesor emérito de
Historia Económica en la Universidad de Alcalá-, y
Borja de
Riquer -catedrático de Historia
Contemporánea (UAB)- y Joaquim
Albareda -catedrático de Historia
Moderna (UPF)-
El artículo
lleva por título Cataluña
y la pasión por la causa, y en él podemos leer lo
siguiente:
“ Decía Ranke, creo
recordar, que el objeto de la investigación histórica es llegar a conocer los
hechos tal como fueron. Ya sabemos que eso es, en su literalidad, imposible:
pero el trabajo del historiador consiste en acercarse el máximo y además
colocar los hechos en un contexto que permita entender lo que realmente pasó.El artículo de Gabriel Tortella sobre el
nacionalismo catalán de octubre de 2013 ha tenido una algo airada respuesta de Joaquim Albareda y Borja de Riquer en
la que los segundos en algunos asuntos dicen cosas razonables, pero en general
es difícil que convenzan a nadie que no sea nacionalista. El interés del
artículo de Tortella está en que refleja un estado de opinión muy difundido que
quienes le responden creo que no han sabido captar. Tortella argumenta que el
nacionalismo catalán ha crecido como resultado de un plan de adoctrinamiento de
la Generalitat, y que en ese plan la interpretación sesgada de la historia de
Cataluña ha tenido un papel importante. Creo que tiene toda la razón, pero no
entraré a polemizar sobre la primera parte, ese plan cuya obviedad es
indiscutible, para centrarme en la segunda parte, la interpretación sesgada de
la historia por los historiadores nacionalistas. Y lo hago con propósito
cívico, en la convicción, tan ingenua como importante: si los historiadores no
son capaces de discutir entre sí sobre el pasado con argumentos no pueden
exigir a la clase política que lo haga, como sucede…..”
A
continuación pasa a señalar las imposturas intelectuales (en contra de toda
virtud epistémica) en la que cae la historiografía nacionalista catalana para
terminar concluyendo:
“Cuando la profesión se pone al servicio de una causa,
en este caso el nacionalismo catalán, se pierde credibilidad. Los historiadores
que así proceden tendrán que pensar que los otros, los que no lo son, no tienen
los prejuicios asociados a tal posición política, y no se dejarán convencer
fácilmente por una historiografía militante que sigue sosteniendo ideas que hoy
la historiografía general considera parciales, mal contextualizadas o
simplemente erróneas. Los historiadores nacionalistas deben decidir si quieren
escribir para los convencidos o por el contrario convencer a los que les lean,
sean quienes sean.”
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