“¡Ah,
poder llorar! ¡Ah, poder enfrentarse al viento como antes lo hacíamos de igual
a igual, y no como aquí, como gusanos sin alma!”
Si
esto es un hombre, de Primo Levi, es una de esas obras que
como se dice, “nunca se acaban de leer”, pues con cada lectura que hagamos de
ella, con cada revisión de sus escritos, iremos descubriendo cosas nuevas e iremos
así empapándonos de nuevas cuestiones sobre las que reflexionar, cuestiones que
cambiarán probablemente nuestro modo de ver las cosas.
Me gustaría tratar primeramente la importancia del
socializarse, del comunicarse, pues como seres sociales que somos, es
imprescindible hacerlo para poder existir como tales. Adquirimos nuestro ser,
el YO, con el OTRO, con su reconocimiento ¿Qué somos entonces si no nos
relacionamos? ¿Somos algo realmente? No estamos hechos para vivir en la soledad
y realmente nunca lo estamos pues nuestra mente alberga una cultura propia y
numerosos recuerdos. Recuerdos que, a su vez, habitan en todo lo que nos rodea;
en el más simple objeto residen numerosos recuerdos y vivencias que nos han ido
conformando y nos conforman. ¿Si se nos es privados de ellos qué ocurre? ¿No
estaremos perdiendo partes de nosotros? ¿No nos estaremos “deshaciendo”?
Recuerdos que al mismo tiempo residen en aquellas personas con las que nos
relacionamos, personas queridas y no tanto necesariamente, pero personas que hacen posible esa interacción tan necesaria, y personas que nos hacen
sentir alguien, sentirnos queridos. Para poder dar cariño necesitamos
recibirlo, una vez más, la experiencia es imprescindible. Si se nos aleja de
estas personas, poco a poco iremos olvidando como querer, como dar un simple
abrazo, como dar una caricia y hasta cómo sentir. Iremos perdiendo las
emociones y con ellas, nuestra personalidad humana ya que estas son su base. Hasta
se dejará de sufrir, se dejará de tener consciencia de lo qué es el sufrimiento,
pues realmente no se estará lo suficientemente vivo para hacerlo.
Vivimos en la temporalidad humana, en todos estos recuerdos,
y por eso no podemos olvidar el pasado, es más, necesitamos conocerlo para
saber lo que somos. Mencionar también la importancia de esta temporalidad, del
transcurso del tiempo, en la obra, donde
la única meta de los internos era llegar a la primavera, llegar a la
calma de una tormenta, el invierno, que a tantos de ellos barría con el frío, con ese
frío interno. ¿Por qué los personajes de este libro seguían levantándose cada
día? ¿No sería más fácil rendirse? De ahí la importancia del soñar, de tener un
algo por lo que luchar, algo a lo que aferrarse. Hay que inventar, hay que
lograr que cada día sea distinto al anterior. Puede que no sea mejor, pero lo
que importa es que sea diferente, cuando todo es igual ya nada importa; la
esperanza le da sentido a nuestra existencia. No se puede caer en la monotonía,
los cambios a los que tanto tememos son fundamentales.
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