Actualmente la mayoría de personas no nos tomamos ningún minuto
al día para reflexionar sobre qué es lo que hacemos y por qué lo hacemos, sino
que nos limitamos a ir de un sitio a otro rápidamente sin conocer muy bien la
razón, o a hacer cosas “simplemente porque es lo que hay que hacer”. Por
ejemplo, cuando vamos por la calle, estamos continuamente distraídos por
carteles publicitarios, etc. y raramente pensamos por qué están ahí, sino que
los consideramos normales. Algo similar ocurre con la literatura o con el cine,
que simplemente tratan de entretenernos para “olvidar” nuestras preocupaciones,
en lugar de hacernos reflexionar sobre diferentes aspectos de la vida.
En la siguiente página web: http://www.donothingfor2minutes.com/
, se nos plantea una prueba de voluntad: que nos limitemos a reflexionar y no
hacer nada durante dos minutos. Pese a que puede parecer una tarea fácil, la
mayoría de la gente no lograría cumplirla si al mismo tiempo, por ejemplo,
apareciesen mensajes en la pantalla del ordenador, puesto que sentirían que
tienen el deber de abrirlos y responder, o si hubiese algún tipo de distracción
en su entorno.
Existen ya numerosos estudios científicos que prueban que la gente odia estar sola sin otra cosa que hacer que pensar,
cualquiera que sea su edad, educación o la frecuencia con la que utilizan
internet y las redes sociales. En uno de los estudios, para comprobar hasta qué
punto los participantes odiaban no poder hacer nada, se les daba la opción de
recibir pequeñas descargas eléctricas: para sorpresa todos, 12 de los 18
hombres que participaron en el test y 6 de 24 mujeres optaron por esta opción.
A continuación se muestra un vídeo que resume el estudio:
La cuestión que me gustaría plantear con todo esto es: ¿Por
qué a la mayoría no nos gusta pararnos a pensar y plantearnos preguntas
incómodas, muchas veces sin respuesta, sino que preferimos la seguridad que nos
aporta lo cotidiano?
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