¿Por qué no se rebelaban?
Muchas veces cuando uno toma contacto con la historia del Holocausto se
pregunta ¿por qué no se rebelaban?
El conocimiento de la historia de este genocidio, de este crimen contra la
Humanidad, nos permite saber que no fue la obra de un líder fanatizado, sino
que había muchas complicidades, no solo el pueblo alemán, sino cancillerías y
otros pueblos europeos que colaboraron o se mantuvieron en silencio. Así que
podemos darle la vuelta a la pregunta y preguntar ¿Cómo a pesar de ello hubo
tantos actos de heroísmo y solidariedad en los campos? ¿Cómo fue posible la
rebelión en los ghettos, como el de Varsovia? ¿Cómo tantos jóvenes perdieron su
vida en la lucha guerillera antinazi?
La mentira, el miedo, el desarraigo, la exclusión, el perjuicio, el poder
del estado. Muchos incluso creían que eran llevados a los campos para trabajar,
portaban para ello sus enseres, y aceptaban el jabón y la toalla antes de
pasar a las cámaras de gas camufladas como duchas. En Auschwitz los médicos
tras hacer la selección dirigían a los ancianos hacia camiones que llevaban una
Cruz Roja pintada, símbolo que también llevaban los vehículos que transportaban
las bombonas del Zyklon B.
¿Por qué los presos destinados a trabajos forzados no se rebelaban?
Imagina, cautivos mal alimentados, vestidos y calzados, llevando un traje
fácilmente reconocible, que no conocían la lengua ni la geografía del país, ya
que procedían de muchos lugares de Europa. Asimismo tenían miedo a las
represalias tanto para sí mismos como para sus familiares o compañeros de
barracón.
Ya en nuestro país, te voy a contar Sara, la historia de San Cristóbal, una
fortaleza militar en el monte Ezcaba próximo a la ciudad de Pamplona que nunca
llegó a ser usada con fines defensivos, debido a que para cuando se terminó en
1919 ya se había quedado obsoleta con la aparición de la aviación. Sin embargo,
se utilizó como penal militar desde 1934 hasta 1945, fecha de su cierre. Sobre todo
tras la sublevación militar en el 36 muchos presos políticos encontraron allí
la muerte, sometidos a torturas, palizas, hambre extrema, frio insoportable. En
muchos la causa de su muerte figura como “traumatismo” lo que significaba
fusilamiento, fruto en muchos casos de las sacas, procedimiento que en
algunos casos consistía en anunciar la liberación para que los presos
abandonases sus celdas y poder ser así asesinados por delito de fuga.
En 1938 se produjo una fuga real,
preparada por unos treinta presos de forma minuciosa que utilizaron el idioma
esperanto para poder comunicarse sin ser
entendidos por los demás. Había en ese momento 2.487 personas detenidas, en su
mayoría dirigentes políticos y sindicales y militantes revolucionarios y
republicanos.
En La
fuga de los 221 muertos (País 21 de octubre de 2007), la periodista Natalia
Junquera lo relata así: “Las puertas de
la prisión están abiertas, pero en su interior más de 2.000 presos dudan. En
pocos minutos, aprovechando que es domingo, que hay pocos militares en el
fuerte y que los que hay están cenando y desarmados, un grupo reducido de
reclusos se ha hecho con el control del penal y grita "¡Sois libres!, ¡A
Francia!", mientras va abriendo todas las puertas. De los 2.497 presos,
casi todos republicanos, que hay ese día en el fuerte de San Cristóbal, en el
monte de Ezkaba (Pamplona), sólo 20 están al corriente de los planes de fuga.
Muchos temen que sea una trampa de los funcionarios para matarlos en cuanto
atraviesen la puerta. Finalmente, 795 presos deciden aprovechar la oportunidad
de escapar a Francia, aunque nadie sabe en qué dirección está”.
Uno de los supervivientes de lo que fue considerada la mayor fuga
penitenciaria de España, lo recuerda así: "El
desconcierto era total. Había rumores, pero nunca pensamos que la fuga fuera a
llevarse a cabo. Cada uno tiró por su lado; algunos, que incluso pensaron que
se había terminado la guerra, fueron directos a la estación de tren de Pamplona
y trataron inocentemente de comprar un billete con los vales de la prisión.
Naturalmente, los detuvieron enseguida. Yo calculo que estuve unos 15 minutos
corriendo desorientado por el monte hasta que oí claramente el toque de
trompeta de las fuerzas que venían de refuerzo desde Pamplona. Estábamos muy
débiles por el hambre. Muchos iban sin zapatos. Comprendí que no podría correr
muy lejos, y además no sabía adónde, así que decidí regresar a la prisión. Para
cuando llegaron los refuerzos militares de Pamplona, yo estaba en mi sitio de
siempre", recuerda Ernesto Carratalá, de 89 años, superviviente del fuerte
de San Cristóbal. Aquel 22 de mayo llevaba poco más de un año en el penal,
tenía 18 y venía del de Burgos, tras un consejo de guerra en el que otros 35
republicanos fueron condenados a muerte. Él no porque entonces era menor de
edad.”
Otro preso Félix Álvarez decidió arriesgarse. "Las tropas nos perseguían a tiros por el monte, nos iban matando
como a conejos, al que veían lo mataban, así que nos fuimos dividiendo y
dividiendo, y al final íbamos dos gallegos y yo, que soy de León, juntos. No
sabíamos dónde estaba Francia. Por la noche avanzábamos y por el día
permanecíamos agazapados, hasta que ya no aguantamos más el hambre y nos
arriesgamos de día. Llegamos a un pueblo, Gascue-Odieta, y una mujer avisó a
los militares”
La primera parte del plan había sido un éxito; 795 presos descalzos y
hambrientos habían conseguido escapar del fuerte. De los 795 presos que se
fugaron aquel día, 585 fueron capturados y 207 muertos a tiros en el campo
cuando trataban de escapar por el monte. Sus
cadáveres alienados en fosas con una botella entre las tibias, yacen
para la vergüenza y el recuerdo en este monumento a la memoria de las víctimas,
que es el penal de San Cristóbal.
Una muestra sobre esa página de nuestra historia Que aflore lo enterrado. El fuerte de San Cristóbal la podéis
visitar hasta el 2 de marzo en el Pazo de Fonseca (Santiago de Compostela). Una
exposición que recuerda a los prisioneros fruto de la represión, muchos de
ellos gallegos, que murieron en este penal.
Para Sara Martínez.
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