Este
trimestre hemos estado estudiando en biología el código genético.
Cómo el ADN transmite su información para sintetizar proteínas
distintas, que hacen que cada individuo sea diferente. Diferente
físicamente pero también diferente en su forma de sentir, de
percibir, de pensar...
También
nos visitó esta semana Angel Carracedo, una eminencia en el
conocimiento de la genética, que nos regaló una conferencia
magistral sobre el ADN, además de una demostración de humildad tan
educativa como sus conocimientos científicos. Un ejemplo de amor y
dedicación a una profesión sin duda apasionante.
Reflexionando
sobre cómo nuestro ADN condiciona nuestra existencia, recordé la
noticia que oí hace unas semanas. Un estudio relacionaba el nivel de
serotonina en el organismo con la paciencia. Algo que creía tan
personal como la paciencia, moldeable mediante la voluntad y de lo
que se podía estar orgulloso por lo que implica de autocontrol,
resulta que también lo traemos escrito. ¿Tú también paciencia?
¿Es que hay alguna cosa que la naturaleza le permita decidir a
nuestra voluntad?
Por
tanto, el ADN determina nuestro aspecto físico, nuestro carácter y,
en cierto modo, nuestro destino. Pero es que además, al transmitirse
mediante la descendencia, también nos sobrevive, y va
perfeccionándose a través de la evolución de las especies. Al fin
y al cabo, es esa molécula la que se beneficia de el “juego de la
vida”. Y es posible que no se sólo en la tierra... La agencia
espacial europea está preparando una misión para enviar una sonda a
varias lunas de Júpiter bajo cuya superficie helada se espera
encontrar agua líquida. La asociación de existencia de vida a los
lugares con presencia de agua en la tierra, hace albergar la
esperanza de encontrar señales de alguna forma de vida presente o
pasada en esos satélites. Científicamente es de suponer que si
existe vida fuera de la tierra, también estaría basada en el
carbono y se transmitiría a través de los ácidos nucleicos (ADN y
ARN). En ese caso, en cualquier sitio en el que existiese agua
terminaría apareciendo una secuencia de nucleótidos que iría
evolucionando con el fin de perfeccionarse para garantizar su
persistencia. De esta forma, los seres vivos universo seríamos un
mero vehículo, que esta secuencia diminuta y caprichosa utiliza para
seguir existiendo eternamente.
Por
favor, ¡¿Puede alguien convencerme de que somos algo más que
química?!
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