La Filosofía, una aristocracia al alcance de todos
En un artículo titulado:La derrota de la filosofía, el profesor Sánchez Tortosa argumenta que la filosofía no es un "modo de estar en el mundo" sino que se pregunta qué significa "estar en el mundo" , y yo diría más, pues la pregunta no responde solo a un deseo de lucidez sino a un deseo de superar el estadio de tutelaje para, como dirían los antiguos griegos, aspirar a "vivir bien" .
El caso es que su reflexión merece una lectura atenta.
"Los trámites parlamentarios para la reforma de la ley
educativa están focalizándose en la figura del ministro Wert. Sin embargo,
escasea el diagnóstico riguroso de lo que aquí se está jugando. Entretenerse
con vaguedades y trivialidades parece ser el destino de esta decrepitud institucional e intelectual que se esconde
bajo el solemne y respetable nombre de democracia, y que, en base a la ley de
Murphy, aún puede empeorar bajo los que dicen encarnar como en un sacramento la
verdadera democracia.
Lo que aquí se juega no depende sólo de un par de
asignaturas, sino de la estructura objetiva del sistema de enseñanza, devastada por la ley
del 90, que impuso una tendencia irreversible bajo la cual han sido
sacrificadas varias generaciones y la salud técnica, económica, política e
intelectual de España.
En el caso de la Filosofía, se da la paradoja de hay que
defenderla de los que salen en su defensa. El tópico de que es un modo de estar
en el mundo es una vaguedad que la asimila al senderismo, a cualquier tribu
urbana o a la afición por un equipo deportivo. El carácter específico de la
Filosofía consiste en que es una labor crítica cuyo campo de estudio abarca los
demás saberes, actividades y relatos de los homínidos parlantes, que, como
sujetos, son producto de un entramado de relaciones objetivadas en las
instituciones: económicas,
tecnológicas, simbólicas. Por ello, es indispensable, no para ser
mejor persona, más demócrata o cualquier otro tópico bienintencionado y
políticamente correcto que ninguna asignatura garantiza, sino para poder
discriminar, definir y entender las diferencias y las relaciones entre esos
saberes y actividades, para distinguir lo que tiene una base lógica o racional
y lo que es un mito, por muy innovador que parezca. Por ello, se pregunta qué
significa "estar en el mundo" y qué se quiere decir con
"mundo": para defenderse de la ignorancia que siempre vence.
Además, parece que se puede hacer Filosofía sin necesidad de
saber Filosofía, como si fuera posible hacer carpintería sin saber carpintería,
por no sé qué misterioso atributo taumatúrgico que permite a cualquiera
filosofar ("pensar") sin estudiar los rudimentos de esa disciplina
que pone en pie Platón. La Filosofía se levanta en defensa propia contra los
mitos heredados y contra los que generan las nuevas tecnologías y ciencias. Por eso, no irrumpe de la
nada, ni de la meditación con uno mismo, ni de la inspiración divina, ni de la
comunión con la naturaleza, ni de la superioridad del genio. Es un
trabajo de destrucción dialéctica contra toda la distorsión de la realidad, que
moldea la mentalidad de los sujetos según los códigos de esas mitologías. Es un
trabajo solitario que no se puede hacer más que en discusión con otros, contra
los demás y contra uno mismo, contra el peso de la pereza intelectual que dicta
lemas apresurados, consignas simplistas, dogmas que no se discuten. La
Filosofía es una peculiar aristocracia contra las masas al alcance de
cualquiera. Por eso no está reservado de antemano a élites de sabios o
profetas, de líderes o iluminados. Necesita rigor, precisión, paciencia. El
trabajo que cualquiera puede realizar, pero que muy pocos realizan. Justo lo
que la escuela pública postmoderna ha barrido de los centros de enseñanza,
convertidos en guarderías para sujetos infantilizados hasta la ciudadanía.
La nueva ley no corrige la catástrofe porque no ataca los
principios objetivos en los que se basa la destrucción de la enseñanza
perpetrada por la LOGSE: infantilización por medio de la reducción del
bachillerato a dos cursos, de la igualación de los niveles, de la promoción
automática. Los mitos pedagógicos (el constructivismo, aprender a aprender) son
el vacío adecuado para propagar la ignorancia y forman la retórica que envuelve
el delirio en el cual los profesores son esclavos de los pedagogos y de los
alumnos, y, de ese modo, los alumnos son esclavos de sí mismos y, salvo heroicidades,
están condenados a la incompetencia y el analfabetismo camuflados por las
inercias mecánicas de leer y escribir sin saber leer ni escribir. Y ni siquiera
en español.
Convertir la Religión en evaluable, aunque optativa, y hacer
de la Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato una asignatura optativa, son torpezas que insisten en
la destrucción del rigor y
el estudio y dejan vía libre al adoctrinamiento por debilidad y falta de exigencia
académica. Entre sacerdotes católicos, reverendos progresistas y obispos
nacionalistas, el alumno queda asfixiado y con nulo margen para aquello que un
sistema público de enseñanza ha de proporcionarle a él y, por extensión, a la
sociedad de la que forma parte: conocimientos."
José Sánchez Tortosa es profesor de Filosofía y autor de 'El profesor en la trinchera'
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