Nuestra consciencia es la que mejor nos conoce a nosotros y a nuestros sentimientos, preocupaciones, pensamientos... Siempre está ahí, dispuesta a cualquier hora del día o de la noche a darnos su toque de atención, mostrándonos los pros y los contras de nuestras decisiones.
Pero a veces no queremos oírla, hacemos como que no está. Quizá porque lo que ella nos dice no nos interesa en dicho momento, a pesar de que seguramente sea lo mejor para nosotros y nuestro entorno.
La pregunta es, ¿existe algún tipo de deber a escucharla cuando nos informa sobre aquello que debiéremos hacer? Y por consiguiente, ¿que el no haberla escuchado deliberadamente haya provocado ciertas consecuencias podría constituir un delito contra la ciudadanía? ¿Tenemos más derecho a no escucharla cuando son temas que exclusivamente nos influyen a nosotros mismos que en aquellos que puedan tener repercusión sobre los demás? ¿Realmente podemos dejar de escucharla?
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