Para responder a esta
pregunta creo que es necesario comprender cómo aprendemos los seres humanos.
Los humanos utilizamos nuestra experiencia para adquirir nuevos conocimientos.
Por ejemplo, si tocamos fuego, al quemarnos, aprendemos que el fuego es
peligroso y por lo tanto no volveremos a realizar esa acción. Muchos de
vosotros estaréis pensando que esto no es cierto, ya que no es necesario haber
sufrido radiación nuclear para saber que es dañina. En efecto, esto sucede
debido a que el hombre es un animal social, por lo que transmite su
conocimiento de generación en generación y entre los miembros de su sociedad,
lo que le confiere una gran ventaja respecto a los animales. Pero para lograr
esto también es necesaria la percepción sensorial para comunicarse.
En mi opinión, no
existe conocimiento más allá de la percepción sensorial, ya que lo más alejado
a esta sería, mediante procesos mentales, hacer hipótesis e imaginarnos
situaciones o objetos. Pero, para esto, es necesario basarse en objetos
previamente existentes que hemos percibido con nuestros sentidos. Incluso al
idear una fórmula matemática debemos partir de una serie de métodos y reglas
que habremos adquirido gracias a los sentidos.
Para finalizar, imaginémonos
a un ente que no tenga absolutamente ningún conocimiento previo o capacidad
alguna de percepción sensorial. ¿Podría saber algo? Si a este ser se le dieran
unas nociones muy básicas de matemáticas
y su cerebro tuviese la capacidad suficiente para hacer problemas simples,
¿Podría resolverlos?
Íñigo Cabo Taboada de
Zúñiga 1ºBI L Nº6
En tu ensayo, apuntas -y haces muy bien en hacerlo- a uno de los problemas fundamentales de la filosofía: ¿Qué papel juegan las percepciones sensibles en nuestros procesos mentales?
ResponderEliminarPara enredar un poco, te propongo a un clásico del pensamiento: René Descartes.
En su Discurso del Método, Descartes se interroga si: «...examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía imaginar que no tenía cuerpo y que no había mundo ni lugar alguno en que estuviese, pero que no por eso podía imaginar que no existía, sino que, por el contrario, del hecho mismo de tener ocupado el pensamiento en dudar de la verdad de las demás cosas se seguía muy evidente y ciertamente que yo existía; mientras que, si hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no hubiera tenido ninguna razón para creer en mi existencia, conocí por esto que yo era una sustancia cuya completa esencia o naturaleza consiste sólo en pensar, y que para existir no tiene necesidad de ningún lugar ni depende de ninguna cosa material; de modo que este yo, es decir, el alma, por la que soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, y hasta más fácil de conocer que él, y aunque él no existiese, ella no dejaría de ser todo lo que es.»
Es decir: ¿Qué es aquello que conozco mejor, mi yo o mis percepciones? Y si mis percepciones me conducen a error ¿Qué es aquello que
constituye mi yo que transcienda el ámbito de la percepción sensorial? Dicho de otro modo ¿Qué es aquello que hace que, fundamentalmente, yo sea yo?
-¿Mis percepciones?..(Si no percibo, no soy)
- ¿Mis pensamientos? ..Si no pienso, no soy)
- ¿Mis sentimientos? ..Si no siento, no soy)
¿Y un robot? Resuelve problemas simples y complejos sin percepción sensible, sin sentimientos,¿sin pensamientos?
El yo se modifica gracias a las percepciones, por lo tanto sin percepciones no hay yo. Si he interpretado bien el discurso de Descartes, el ser había percibido anteriormente por lo tanto no se excluye el yo y la percepción.
ResponderEliminarÍñigo Cabo Taboada de Zúñiga
Efectivamente, si seguimos a Descartes podemos afirmar que sin percepciones no hay yo. En vez de “pienso, luego existo”, podría haber dicho “percibo, luego existo”. No puedo dudar de que tengo percepciones, pero lo que sí somete a examen –por eso podemos decir que Descartes fue el primero en detenerse a pensar y a investigar los principios de la teoría del conocimiento- es el valor objetivo de esas percepciones. Dicho de otro modo, puede someter a duda –y de hecho lo propone como método- que el yo interprete correctamente las percepciones que obtiene de la experiencia. De este modo, Descartes duda, no del hecho de percibir sino de lo que realmente percibe. Por lo tanto, yo soy yo en tanto que pienso, siento, percibo... A esto lo llama pensar, algo incorporal que se identifica con el yo, para distinguirlo del cuerpo, algo sensible de lo que, en principio, nada puedo afirmar con certeza.
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