En referencia al seminario
impartido por el catedrático de filosofía José Gaos, exiliado tras la Guerra Civil,
sobre la
vocación filosófica: ¿Qué es lo que lleva a alguien a dedicarse
profesionalmente a la investigación y la docencia de la filosofía? Fernando
Savater señala lo siguiente:
“ El insoluble desafío de pensar
más allá de lo que conocemos y de tratar de enseñar lo inenseñable. La aventura
que nos hace humanos para unos, o simple pérdida de tiempo para los que
reclaman que todo sea manejable y brinde netos beneficios.
Resulta
evidente que el nuevo plan de estudios de Bachillerato va a decantarse por la
segunda opción. Montaigne dijo que “la filosofía tiene discursos para la
infancia tanto como para la vejez” (la idea proviene de Epicuro), pero el
Ministerio prefiere que se queden sin ella tanto unos como otros. La historia
de la filosofía desaparece y la filosofía misma queda como una opción diluida
entre otras muchas (tampoco la literatura sale mucho mejor parada). Se pretende
reforzar las asignaturas instrumentales —lo que está bien—, pero a costa de
guillotinar las que sirven para reflexionar sobre los fines que pretendemos
alcanzar con tales herramientas. A quien pregunte por ellos se le remitirá a
las cotizaciones de la Bolsa o en general a la eficacia, entendida como maña
para obedecer a la necesidad. La ausencia o minimización de la filosofía
permitirá luego ir prescindiendo del resto de las humanidades, porque sin ella
el arte o la historia quedarán como estrategias político-publicitarias que
pronto serás sustituidas por mecanismos menos engorrosos. Mientras avance la
tecnología, nadie lamentará el retroceso del pensamiento, esa jaculatoria de
nostálgicos…
El vacío de sentido dejado por la filosofía lo llenarán a
paletadas clericales (aquí “paletadas” viene de paleto, no de pala) las
iglesias y los nacionalismos. Su enemigo común es el laicismo, que defiende a
los pensantes frente a los creyentes: unos lo verán como guerra a la religión,
y otros, como guerra a la identidad cultural. La enseñanza volverá a su cauce teológico
e identitario, apoyándose unas veces en unos partidos y otras en los opuestos.
Nos forzarán a abjurar de la democracia laica tanto las derechas hechizadas por
la Iglesia como la izquierda idiotizada por los nacionalismos. Aunque eso sí,
como Dios aprieta pero no ahoga, tanto unos como otros procurarán mantener
abierta la vía de acceso al supermercado. A su entrada, con el carrito de la
compra, nos pertrecharán de unos cuantos dogmas anestesiantes. ¡Habrá que
aprender a resignarse… aunque no podamos tomárnoslo con filosofía, porque eso
es precisamente lo que ya no habrá!”
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