sábado, 19 de octubre de 2013

¿Cómo distinguir los preconceptos y los valores (subjetivos e ideológicos) de los hechos reales? ¿Por qué debería esto ser deseable?

    Es innegable que nuestros valores, que nuestra moral, influyen significativamente en la forma en que observamos la realidad. Nuestra educación y nuestros trazos culturales nos hacen ver el mundo de una forma característica. El mismo hecho puede ser interpretado de diversas formas por personas de distintas culturas o, incluso por personas de una misma comunidad pero distinta educación. Las diferencias pueden reducirse únicamente a pequeños matices. Pero no por ello menos importantes. Un claro ejemplo de esta importante distinción entre hecho y valor sería la muerte de una vaca con fines alimentarios. Para la mayoría de las sociedades occidentales esta sería una práctica normal. En cambio, para un individuo hinduista esto se traduciría en un terrible crimen.
    Otro término significativo en este ámbito sería el prejuicio. Se trata de una idea o juicio que se hace de forma anticipada sobre algo, ya sea consciente o inconscientemente. Esta opinión previa al conocimiento de los verdaderos hechos, distorsiona completamente la realidad fehaciente. Es, por desgracia un mal extremadamente común. Se comporta de forma opuesta a los valores ideológicos y morales: en vez de influir en los hechos posteriormente a ser captados, impide que estos sean captados de acuerdo a la realidad.
     La diferenciación valor/realidad es un proceso arduo y, en la mayoría de las ocasiones, imposible de lograr para el individuo. Si bien es cierto que puede lograrse, no resulta una tarea nada agradable descubrir que se está equivocado y lo que se consideraba realidad está entremezclado con prejuicios y subjetivismos. Con el fin de superar esto, se debería llevar a cabo un examen de conciencia constante, analizando hechos y comparándolos con las percepciones de otras personas y otras culturas.

     Puede que esta inquebrantable búsqueda de la verdad resulte extenuante y parezca infructuosa. Entonces, ¿por qué molestarse en realizarla? La respuesta no es simple y puede no ser compartida por muchos. La verdad nos hace libres, nos permite decidir sobre la auténtica realidad en la que vivimos. Puede que muchas veces no nos haga felices. Puede que la mentira sea un medio de vivir en un mundo en que nos sentimos mejor. Pero nunca es la respuesta. Nunca nos permitirá ser dueños de nuestro destino.

1 comentario:

  1. Está bien que pongas ejemplos como estaría mejor si pudieses encontrar contraejemplos. Es interesante que cuestiones a su vez el valor de un "hecho" pues no deja de ser algo que tiene mucho de "construcción".

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