sábado, 12 de octubre de 2013

¿Cuáles son las ventajas, tanto para el individuo como para la sociedad, de distinguir entre argumentos válidos e inválidos, buenas y malas razones, y razonamientos más o menos persuasivos?


A nivel individual, cada uno debe saber si, al escuchar argumentos de otra persona, esta le está dando razones válidas por las cuales tendría razón al pensar eso, o si todas sus palabras carecen de veracidad y fundamento. A menudo, la vía más rápida para influir en una persona es a través de sus emociones, sus creencias, ya que se presupone que todo lo que salga de los ideales de alguien para esa persona será verídico. Por lo tanto, en estas ocasiones, es importante examinar los argumentos de forma más objetiva, para así diferenciar desde varios puntos de vista antes de creer ciegamente lo que nos dicen.



En nuestra sociedad, es fundamental que sepamos diferenciar lo válido de lo inválido. Día tras día podemos ver cómo representantes de diferentes colectivos dan razones para hacer creer a los demás que lo cierto es lo que ellos piensan, pero ¿hasta qué punto estas razones son buenas? ¿Hasta qué punto el propio orador sabe cuándo está hablando con razones de peso y cuando ha empezado a utilizar el poder de la persuasión para convencer, aun sabiendo que está exagerando? En otros casos, utilizan la vía más rápida y sencilla: atacar los argumentos del contrario, a veces con buenas razones, otras no tanto. 


Por otro lado, hay que saber diferenciar entre los argumentos válidos y los persuasivos, ya que a menudo podríamos confundirlos. Un razonamiento persuasivo es aquel que intenta convencernos de que lo que se dice es cierto, pero en realidad no tiene por qué ser verdad lo dicho; de hecho, un argumento inválido suele basarse en razonamientos persuasivos para influir en nosotros y hacernos cambiar de idea. No obstante, este poder también puede hacer lo contrario: que una persona que cree saber algo que en realidad es incorrecto ceda ante la persuasión de una persona con buenas razones para saber lo que sabe.  


En la película “12 hombres sin piedad” encontramos claros ejemplos de persuasión: los once miembros del jurado que en un principio creían que el niño era culpable acabaron cediendo en parte gracias a la persuasión que empezó con un solo miembro, pero que poco a poco los demás iban haciendo sobre el resto. 


En conclusión, las personas debemos desarrollar y entrenar concienzudamente la capacidad de distinguir entre argumentos sólidos y fiables y argumentos de base inestable y de dudosa veracidad. Solo así podremos ser nosotros mismos y decidir de una manera más correcta, mejor para nosotros y para la sociedad en general.




Iria Esperón Abril.

1ºBI-Ciencias

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