domingo, 8 de diciembre de 2013

Lenguaje y poder

¿El rey está desnudo?

El lenguaje es la puerta que nos abre a nuestra humanidad, con él nunca estamos solos, pues nos hace partícipes de un universo de significados que otros, antes que nosotros, nos han transmitido con el fin de comunicar y estructurar nuestro pensamiento. El lenguaje es como un fino bisturí que recorta la realidad para hacerla significativa, el cómo se produce ese “corte” es importante para definir, en términos de conocimiento, ¿qué es lo real?

 En ese sentido el lenguaje tiene un poder configurador, modelador de realidad  tan importante que ha llevado a numerosos investigadores a analizar críticamente el discurso para estudiar cómo se produce esta influencia, ya que quien emite un discurso, busca –ante todo- convencer y cambiar la mentalidad de los receptores, mediante la comunicación de creencias, actitudes y valores entre otros pues es a partir de las palabras como se ejerce un control “sutil” sobre las mentes de las personas y contribuyen a las relaciones de estructuración de las relaciones de poder en una sociedad.

 Un ejemplo de lo dicho anteriormente lo podemos ver reflejado en el interesante artículo del profesor  de la Universidad Simón Bolívar, de Caracas,  Carlos Leáñez Aristimuño, quien en su artículo: ¿Al suelo, Venezuela?, ejemplifica de que manera el chavismo manipula el lenguaje y quiebra la libertad para pensar y conocer de sus conciudadanos con el fin de legitimar el régimen.

Leamos un extracto que podéis leer en su totalidad en: http://elpais.com/elpais/2013/12/02/opinion/1386014024_190837.html

“Todo poder que aspira a meter en cintura a una sociedad debe controlar la lengua: ella es la llave que nos hace el universo inteligible, es la aduana de nuestra mente. De no ser sincronizada con el régimen, podría alguien gritar “el rey está desnudo”. Y podría otro prestarle atención, lo cual sería muy grave. Lo óptimo, lo total, es que nadie pueda emitir el grito. Ello es imposible: siempre quedan cabos sueltos de libertad. Pero sí es factible lograr que muchos —masas crédulas y dependientes del poder— miren como loco o malvado a quien grite, a quien no acate la versión oficial.
La versión oficial de Venezuela cuenta que somos tropa —no ciudadanía— que libra una heroica batalla permanente contra el imperialismo de turno —español ayer, estadounidense hoy— y sus aliados regionales y locales —lacayos, gusanos, disociados, fascistas, parásitos, gorilas, bacterias, excrementos— bajo el liderazgo eterno de Hugo Chávez o sus sucesores —hijos de Bolívar— y con dos responsabilidades de talla: forjar la unidad de Latinoamérica y salvar la humanidad. La estabilidad del régimen actual, de ínfimo rendimiento en lo que a solución de problemas concretos se refiere, depende en altísimo grado de que lo anterior sea creído por muchos. Y, por ahora, lo ha logrado.Superponer a la prosaica realidad un relato grandilocuente y fijar en él nuestra atención es posible con aludes de propaganda, creíbles solo por la disminución de nuestra capacidad de conocer y por el asordinamiento de cualquier versión alternativa de la realidad. Para lo primero, nada como postrar el aparato educativo…”

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