La realidad por Vladimir Nabokov
En el transcurso de una conferencia sobre la obra: La Metamorfosis de Franz Kafka, Vladimir Nabokov ofreció esta elocuente reflexión sobre la dificultad que encierra la significación de lo que denominamos "realidad objetiva", en tanto que cualidad de lo “objetivo”, sin reparar en las múltiples "vivencias subjetivas" que evoca o provoca el objeto de dicha significación.
“Tomemos, por ejemplo, tres tipos de personas caminando
sobre un mismo terreno. El Número Uno es un hombre de ciudad que se está
tomando unas vacaciones bien merecidas. El Número Dos es un botánico. El Número
Tres es un agricultor local. El Número Uno, el hombre de ciudad, es lo que
llamamos una persona realista, con sentido común, un hombre de hechos: ve los
árboles como árboles y sabe por su mapa que el camino que está siguiendo es un
camino que le lleva a Newton, donde hay un buen lugar para comer recomendado
por un amigo de la oficina. El botánico mira a su alrededor y ve el ambiente en
los términos exactos de la vida de las plantas, precisa las unidades biológicas
como árboles y hierbas en específico, flores y helechos; y para él ésta es la
realidad, para él el mundo del turista insensible -quien es incapaz de
distinguir un roble de un olmo- parece un mundo fantástico, de ensueños.
Finalmente, el mundo del agricultor local difiere de los otros dos porque su
mundo es intensamente emocional y personal, porque ha nacido y crecido en él y
conoce cada sendero, cada árbol y cada sombra de cada árbol en el sendero; todo
en conexión con el trabajo diario, su niñez, y miles de pequeñas cosas que los
otros dos -el pesado turista y el botánico taxonomista- simplemente no pueden
conocer, aún estando en el mismo lugar al mismo tiempo. Nuestro campesino no
conocerá la relación entre la vegetación circundante para tener una concepción
botánica del mundo, y al botánico no le importarán el granero, ni el campo, ni
la vieja casa junto a las matas de algodón, que sí están presentes en los
recuerdos de alguien que haya nacido ahí.
De esta forma tenemos tres mundos distintos –tres hombres
ordinarios que viven tres realidades diferentes- y, por supuesto, podríamos
traer muchos otros ejemplos: un hombre ciego con un perro, un cazador con su
perro, un perro con su dueño, un pintor navegando en busca de una puesta de
sol, una muchacha que se queda sin gasolina. En cada caso sería un mundo
completamente diferente del resto ya que las palabras más objetivas, como
pueden ser árbol, camino, flor, cielo, establo, dedo y lluvia, tienen para cada
cual una connotación subjetiva totalmente distinta. Realmente la vida subjetiva
es tan fuerte que se aparta con una coraza de la así llamada existencia
objetiva. El único camino hacia la realidad objetiva es el siguiente: podemos
tomar todos esos mundos individuales, mezclarlos, sacar lo mejor de esta mezcla
y llamarlo realidad objetiva. Podemos sentir en ella una partícula de locura si
un lunático pasara por allí, o una partícula de bella y completa estupidez si
un hombre estuviera mirando un campo maravilloso e imaginando sobre él una
maravillosa fábrica de producción de botones o bombas; pero en su totalidad,
esas partículas estarían diluidas en el pedazo de realidad objetiva que
habíamos dado a luz en nuestro tubo de ensayos. Más aun, esta realidad objetiva
contendrá algo que trasciende las ilusiones ópticas y los laboratorios de
ensayo. Tendrá elementos de poesía, de sublime emoción, energía y esfuerzo (e
incluso aquí el rey de los botones podría encontrar su lugar adecuado), de
compasión, orgullo, pasión –y el deseo de comerse un buen pedazo de carne en el
restaurante recomendado que se encuentra junto al camino.
Dedicado a Iria Esperón, Carlota Fernández y Antonio Álvarez
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