El día 25 del pasado Diciembre, el periódico El País publicaba un artículo sobre el pago de indemnizaciones a los afectados por el derrumbe de los talleres textiles del Rana Plaza en Bangladesh. Esas empresas que llenan con sus productos nuestros comercios parece que tienen dificultades para pagar las compensaciones a los familiares o a los maltrechos supervivientes. Mientras que algunas grandísimas empresas como Wal-Mart se desentendieron completamente del pago de estas cantidades, otras empresas, europeas en su mayoría, decidieron pagar. Sé que en este punto de la cuestión, sólo se daña la imagen de Wal-Mart, pero profundizando un poco más, "los buenos" tampoco son tan buenos.
Las compensaciones ascienden, como mucho, a los 250$ por persona (unos 200€). Simplemente por comparar, si yo sufro un accidente de tráfico y pierdo un sólo diente, además de pagarme las curas, me darían 800€. Un diente occidental vale cuatro veces más que una vida asiática, o lo que es lo mismo, mi diente son cuatro personas. Y esto comparando sólo el caso en que yo pierda un diente, porque si un accidente de las características del Rana Plaza se produjera hoy en España, podríamos contar con, más o menos, unos 100000€ por persona. Y ya no pensemos en Estados Unidos, donde una quemadura de café le costó a McDonalds más de 400000€...
¡Qué buenos los europeos que pagan!
Creo que estas indemnizaciones están dejando muy claros los porqués de la deslocalización de las empresas.
Ana Santorum, 1º BI Letras
Efectivamente una parte cada vez más importante de consumidores europeos se ha acostumbrado -o debería decir nos hemos acostumbrado- a exigir cada vez más, precios más bajos en la mayor parte de las cosas que consumimos, esto es así porque queremos ampliar el abanico de posibilidades de consumo; así el valor de las cosas que compramos se devalúan cuando el precio que pagamos por ellas es bajo. Y no solo eso, sino que no nos conformamos con consumir, sino que queremos consumir “marcas” con precios de descuento, esto lleva a muchas empresas a trasladar el coste de la producción al coste de los salarios para reducir el precio final, de modo que sea asequible para un mayor número de consumidores. En este proceso productivo: los economistas, empresarios y consumidores olvidamos que, detrás los “salarios de miseria”, hay muchos trabajadores sometidos a las exigencias de un mercado que, en todo caso, somos nosotros los consumidores quienes lo mantenemos. Criticar el proceder de estas empresas es correcto y necesario, pero tomar conciencia del poder que tenemos cada uno de nosotros para propiciar que cambie esta situación, también es necesario. Los compradores de productos racionales no gastan más que lo estrictamente necesario, pero ¿dónde están?, y en todo caso, la pregunta es ¿soy yo uno de ellos?
ResponderEliminarEnhorabuena por el artículo, su título es tan contundente como un puñetazo!