miércoles, 10 de septiembre de 2014

En el aire

Sí, como dicen los profesionales de los medios de comunicación:  ¡Estamos en el aire!
Volvemos con el aire fresco del otoño después de los calores y el aire acondicionado estival .
 Volvemos para retomar el timón de una nueva singladura en la que esperamos acertar a poner la vela donde sople el viento.
Volvemos con el ánimo de mantener la esperanza sin por ello construir castillos en el aire.
Volvemos para renovar nuestro propósito de mostrar que el conocimiento no es un saber a secas, sino un saber-lo-que-hay-que-preferir, pues como escribe Platón en la Apología de Sócrates, el verdadero problema no es saber esto o aquello, sino ser de tal o cual manera.
Ahí estamos, la filosofía como una actitud ante la vida y un deseo de saber acerca de lo que nos sucede, acerca de lo que hacemos en nuestra vida cotidiana, que nos da la posibilidad de dialogar de un modo razonable con los otros, con los que escriben y tienen a bien leer este blog.
A los que se inician y a los que siguen ahí, les deseo que los vientos nos sean favorables en esta odisea  que se renueva.

Os dejo este texto del escritor Manuel Vicent:
 En el aire
Decía John Stuart Mill que el genio solo puede respirar en un aire de libertad. Necesitamos nuevos aires que muevan esta atmósfera pesada en; a fuerza de esperar, a fuerza de enredos virtuales parecía que nos habíamos quedado sin ánimo, sin talento para recrear estética y éticamente nuestra atmósfera

Permanecen en el aire todavía los versos de Safo y de Píndaro que se perdieron; las melodías que inventaron los pastores de Virgilio soplando una caña o el filo de una hoja seca, música de la naturaleza que se llevó el viento; los cánticos, las danzas rituales, las plegarias a unos dioses que también ignoramos; la filosofía y las tragedias escritas en pergaminos que se pudrieron o se hundieron en el polvo o ardieron en la biblioteca de Alejandría. Permanecen en el aire todavía los cuentos narrados de viva voz sobre las alfombras en las esquinas de Bagdad; los consejos de los sabios budistas, místicos y sufíes, que no encontraron respuesta en el corazón de los discípulos y siguieron viaje en el tiempo. Solo una mínima parte de toda la belleza y sabiduría que se ha creado desde el fondo de los siglos en este planeta ha llegado hasta nosotros, pero el resto de ese inmenso caudal no ha desaparecido. Si fueron rimas, canciones o fábulas están todavía suspendidas en la atmósfera; si las enseñanzas grabadas en tablillas de barro, en papiros, vitelas o pasta de celulosa se convirtieron en ceniza o estiércol habrán fecundado la tierra y ahora dan fruto en árboles llenos de pájaros; si un día naufragaron las naves griegas o latinas, los bajeles sarracenos o los barcos cristianos que transportaban dioses de bronce, ánforas con aceite y vino, monedas de oro o mapas de islas del tesoro, ese sagrado cargamento forma parte del mar que ahora navegamos. También han sido infinitos los crímenes que han quedado sin castigo, los ríos de sangre que se han evaporado, los gritos de dolor que llegaban hasta el horizonte. Los nombres de los asesinos impunes componen un cielo muy estrellado. Existen hazañas y matanzas que nunca fueron contadas, enigmas de la historia que han quedado sin resolver, vicios y perversiones que tampoco han sido confesados. El aire de un arte y un horror desconocidos respiramos, pero ese soplo es el sueño que excita solo la imaginación de los poetas, de los músicos, de los pintores, de todos los artistas y al final se hace carne. Realmente la inspiración no es más que el don gratuito que tienen algunos seres para respirar esa carga perdida de belleza y maldad y rescatarla del poder del viento.

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