En la vida estamos haciendo elecciones
constantemente aunque no seamos conscientes de ello. Siempre que haya dos o más
opciones y nos inclinemos hacia una, estamos escogiendo, estamos haciendo uso
de nuestra libertad. Esta es completamente necesaria pero a veces puede suponer
una carga a la que estamos en parte condenados ya que cuando escogemos estamos
renunciando, eliminando, al mismo tiempo.
¿Cuantas veces no hemos querido que escojan por nosotros? ¿Por qué
queremos que los demás lleven a cabo una selección cuando esta es una acción
tan radical y necesaria? Estamos perdiendo capacidad para ser autónomos,
estamos desaprovechando la libertad, la perdemos. Simplemente tendemos a huir
de la responsabilidad, de la reflexión verdadera, del pensar. Si decimos que
queremos libertad, ¿por qué a la hora de la verdad huimos de ella? ¿ Por qué
nos asusta el hecho de poder hacer uso de esta? Este miedo puede hacer que
muchas veces nuestra elección no sea la correcta pues nos centramos más en lo que
vamos a descartar y en las consecuencias
de la elección que en lo que verdaderamente debemos escoger. Debemos entender
que si no seleccionamos estamos queriendo decir que todo nos es válido, que
estamos conformes con todo, lo que indica que no te importa verdaderamente
nada. Queremos tenerlo todo, y eso es imposible.
Es cierto que a veces ninguna de las dos opciones es
la que realmente queremos o la que realmente deberíamos elegir, pero hay que
valorar todos los puntos para poder llevarla a cabo de la mejor forma. Si nos encaminamos por el tema de las
“mentiras buenas y las mentiras malas” y de la verdad, entramos al mismo tiempo
en el tema de lo justo y de lo que queremos
o consideramos mejor. Cuando nos encontramos en una situación en la que por medio
existen sentimientos y emociones tendemos a escoger la famosa “mentira piadosa” o “mentira buena” para así conformar a la
persona afectada, aunque en realidad le estemos mintiendo. Este tema nos
aparece constantemente, a todas horas pero, ¿a la hora de una elección los
sentimientos y emociones deben ser apartados? ¿Constituyen una barrera para
llevar a cabo el ejercicio? ¿Debemos escoger siempre lo que es verdadero, lo
que es cierto, o es necesario hacer uso a veces de una mentira? ¿Por qué
tendemos a clasificar las mentiras en buenas y malas, si todas son mentiras? ¿Qué
es realmente lo bueno y lo malo?
Muchas son las cuestiones que surgen en cuanto a
este tema, en cuanto a la elección, pero es algo inevitable, que nos configura
al mismo tiempo y nos va determinando. Debemos entender que la toma de
decisiones es un proceso continuo para lograr así abrir nuevas puertas que nos
permitirán tomar nuevas decisión y elegir mayores y mejores alternativas.
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ResponderEliminarEn el caso de las mentiras, quizás podamos tomar, como bueno aquello que no hace daño. Una mentira piadosa sigue siendo una mentira, pero como tú has dicho, ¿hay siempre que decir la verdad? Decir depende no vale, pero, ¿acaso es la misma situación que a un niño de 5 años se le haya muerto su padre y decirle que se fue de vacaciones, que decirle a tu madre que te va bien en los estudios cuando no haces más que suspender?
Dicho esto, también vuelvo a repetir una de tus cuestiones: En cuanto a ¿Hay mentiras buenas y malas? Son mentiras pero no tienen el mismo fin, una es engañar y la otra es proteger. ¿Por qué no matizar con diferentes nombres mentiras con finalidades distintas?