lunes, 6 de octubre de 2014

Se llamaba Carla

“La palabra que decimos
viene de lejos,
y no tiene definición,
tiene argumento.
Cuando dices: nunca,
cuando dices: bueno,
estás contando tu historia
sin saberlo.”

Luis Rosales


“Ella se llamaba Carla.
No murió de una enfermedad terminal. No la secuestraron en una feria de pueblo y la enterraron en cal. Tampoco se escapó de casa con su primer novio para vender pulseras en un mercadillo europeo.
No. Carla saltó voluntariamente desde un acantilado a los catorce años de edad.
Carla estudiaba en un colegio católico llamado el Santo Ángel de la Guarda. Un colegio que favorece el encuentro con uno mismo, con su entorno y con Dios. Un colegio en el que sus compañeros de clase la llamaban bizca, bollera y la bañaban con aguas fecales.
Topacio, un ojo para allí y otro para el espacio.
Carla tenía estrabismo en el ojo derecho y se lo tapaba con el fleco. Había confesado cierto gusto por chicos y por chicas. Le gustaba Pablo Alborán y quería ser médico. También cantaba por lo bajito. Eso era en su casa. En el colegio era la virola…”


Sí, se llamaba Carla, quien esto escribe, Roy Galán, se recuerda a sí mismo de esta manera:

“Pienso en mí. En este niño gordito, empollón, con pluma. Pienso en cuando me llamaban maricón, cuando me decían fofo, cuando se metían con el primer bigote antes de haberme afeitado nunca…..” 

Puedes leer todo el texto en su blog: Borradordecabezas


El lengua no es inocente, puede ser un instrumento valioso para volcar nuestro “querer decir y comunicar”, pero también puede actuar como un potente instrumento de manipulación y convertirse en un arma peligrosa. Carmelo López Arias recoge tres planteamientos sobre el lenguaje como arma de destrucción masiva en “Manipula que algo queda”

"Los términos lingüísticos tienen un hálito emocional: mythos y logos se encuentran en el lenguaje humano. El lenguaje su transmutación semántica y su mitificación es factor esencial para la gran mutación mental que se opera ante nuestros ojos y desvela el sentido de la revolución cultural que vivimos."
Rafael Gambra (El lenguaje y los mitos)

"La forma de no caer en la trampa del uso manipulador del lenguaje es perder el miedo a los términos talismán, pararse a matizarlos. Un joven que se adentre en el bullicio de la sociedad actual sin conocer los recursos de que disponen hoy los manipuladores que quieren vencerle sin convencerle, dominar le sin darle razón alguna van por la vida con los ojos cerrados, expuestos a todo tipo de engaños."
Alfonso López Quintas (La manipulación del hombre a través del lenguaje)

"La cuestión es algo más que literaria: o existe una realidad que el lenguaje se limita a designar, o bien el lenguaje crea la realidad y, por lo tanto, cambiando la palabra también cambiamos aquélla. Ésta es la permanente tentación del poder revolucionario. Por esta razón, el primero de los cambios es siempre el de las palabras."
Jesús Trillo-Figueroa (La ideología de género)

          Nosotros también podemos preguntarnos:

  • ¿Qué ganamos y qué perdemos cuando le ponemos un nombre a algo?


  • En la mayoría de las afirmaciones que escuchamos, decimos, leemos o escribimos, los hechos están mezclados con los valores. ¿Cómo puede el examen del lenguaje distinguir los preconceptos, así como los valores, subjetivos e ideológicos que pueden contener las afirmaciones? ¿Por qué puede ser deseable semejante examen?


  • ¿Cómo afecta al conocimiento la capacidad de comunicar experiencias y pensamientos personales a través del lenguaje?


  • ¿En qué medida generaliza el lenguaje la experiencia individual, clasificándola en la experiencia de un grupo lingüístico? Por otra parte, ¿en qué medida se resisten algunos tipos de experiencia personal a ser expresados en el lenguaje?



  • ¿Cuál es el papel del lenguaje en la creación y refuerzo de distinciones que entrañan discriminación social?

1 comentario:

  1. Clasificamos lo que nos rodea porque sentimos la necesidad de nombrar las cosas, los seres, cuando nos comunicamos pero debemos plantearnos las siguientes cuestiones: cuando decimos “pájaro”, ¿estamos expresando realmente su esencia? ¿lo estamos identificando realmente?

    Lo que hacemos en realidad es introducir las cosas en unos marcos, en unos límites, que muchas veces lo único que hacen es limitar sus posibilidades, su verdadera esencia. No somos nuestros nombres, somos al margen de ellos. Desde pequeños nos ponen unos nombres, nos introducen en esta clasificación involuntariamente. Cuando nos preguntan si somos nuestros nombres la respuesta es no. Nos llamamos así, nos llaman así, pero no somos nuestros nombres, vamos mucho más allá.

    Puede que nombrar las cosas facilite la comunicación en el sentido de que le haga más cómoda y más rápida, pero… ¿la mejora realmente, la hace más veraz?
    Así, si nosotros decimos que alguien se hizo daño al caerse estamos limitando el hecho de hacerse daño en sí ya que cada uno entenderá esto como diferente, lo asociará con experiencias vividas y con lo que a ellos más se le parezca. Por más nombres que les pongamos a las características de las cosas, estas no se pueden transmitir realmente por medio de las palabras.

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