viernes, 12 de junio de 2015

La libertad de expresión


Aficionados con silbato en una competición futbolística
 A la democracia le es esencial el pluralismo, en donde se ven obligados a coexistir intereses plurales y muchas veces antagónicos. Este pluralismo se expresa de muy diversos modos: políticamente, en el reconocimiento de que cualquier partido democrático está legitimado para poder dirigir la política; culturalmente, amparando diversas de culturas y costumbres que, de un modo razonable, se ajustan a valores irreductibles, etc, en ambos casos, dicho pluralismo descansa  en la idea de tolerancia, que es la expresión de una liberalidad de pensamiento y acción que protege el respeto a la autonomía, libertad y dignidad de los otros. 

La tolerancia es una actitud positiva pues no muestra permisividad hacia el otro, sino que aun mostrando discrepancia, no solo lo respeta sino que busca en común la mejor razón cuando nuestra opinión es contraria. Por eso a la tolerancia, se opone el fanatismo y la intolerancia. Así pues, no todo es tolerable,  el límite se halla en la vulneración de los derechos y valores éticos de las personas.

Ahora bien: ¿qué argumentos podemos encontrar para mostrar la necesidad de una libertad de expresión de las ideas?
 Y sobre todo, en términos de poder y autoridad ¿puede el Estado coartar o imponer opiniones a sus ciudadanos?

En la obra Sobre la libertad, J. Stuart Mill escribió lo siguiente:

“Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si teniendo poder bastante impidiera que hablara la humanidad.  […] Es el deber del Gobierno (del Estado) y de los individuos formar las opiniones más verdaderas que puedan; formarlas escrupulosamente y nunca imponerlas a los demás”.

Sobre la libertad

Mill estaba convencido de que hay excelentes razones para defender la libertad de expresión como fundamento de todo bienestar intelectual, en donde el Estado no tiene derecho a intervenir para silenciar lo que considera un error, pues en el proceso de búsqueda de la verdad, si se permite la discusión, ésta acabará imponiéndose sobre el error. Veamos algunos de los argumentos expresados:

1. Una opinión silenciada (no discutida) puede ser verdadera. Negar esto sería aceptar la infalibilidad (propia o de un grupo); y nadie es infalible.
2. Aunque una opinión fuera un error, puede tener parte de verdad: sólo en el contraste y discusión se pueden discernir los errores de las verdades.
3. Aunque una opinión fuera toda la verdad (por hipótesis), si no se discute acaba siendo un mero prejuicio, letra muerta, no se comprende su fundamento y puede acabar por debilitarse y hacer estéril, sin vigor y fuerza para la práctica.

La sociedad, ni por medio del gobierno ni las leyes, tiene derecho a mermar la libertad de pensamiento y discusión, sería un error y un robo a toda la humanidad, hay que tener perspectiva de análisis, pues al igual que las culturas, las distintas sociedades, vistas en contexto histórico, no son más infalibles que los individuos.

En la búsqueda de la verdad, es preciso ser consciente que la mente humana no es infalible, pero los errores pueden ser corregidos mediante la discusión y la experiencia, y para eso hay que permitir que todas las opiniones se puedan oír.
De ahí que la respuesta a la pregunta si ¿podría haber alguna razón que justificara negar la libre expresión por algún interés social, por utilidad?  Requeriría argumentación y para justificarla se se precisa de la libre discusión.

Admitir las verdades sin discusión acaba conduciendo a la decadencia de las verdades heredadas, por ello Mill nos advierte que el dejar de pensar  y discutir algo cuando deja de ser dudoso, es causa de la mitad de los errores de la humanidad.

Ahora bien, la libertad de expresión no justifica la falta de respeto del otro, aunque incluso hasta dónde llega la idea de respeto, es discutible.



De momento no es posible pinchar un cerebro para controlar el pensamiento ajeno. Técnicas como la resonancia magnética funcional o el polígrafo aún quedan muy lejos. Pero la privacidad de pensamiento, aunque ayuda, no garantiza la libertad de pensamiento, ni la libertad de pensamiento implica la libertad de expresión. Por eso Sócrates insiste en reclamar ambas libertades explícitamente, para vivir como un ser humano, no como un esclavo, para vivir con la razón y no a la deriva o a merced del capricho de los dioses. No se puede limitar la libertad robando clandestinamente pensamiento del interior de una mente, pero sí embutiendo pensamiento preparado y empaquetado desde el exterior. Si además el cerebro está tierno y en fase de maduración, entonces la operación es particularmente eficaz y perversa. Sin crítica se atrofia el uso de la razón y sin humor se pierde el hábito de la crítica. Es cuando lo cultural se confunde con lo natural y se fragua ese conglomerado que llamamos una convicción sólida. Así es como una idea se gana el prestigio de creencia irrenunciable, como si estuviera impresa en la mente, como si fuera una marca de fábrica. Así es como nace y se hace un fanático.

1. Solo se puede ser fanático de una idea que la realidad no pueda desmentir.
2. El conocimiento ha de ser falsable para que no se integre en un dogma, y el dogma ha de ser burlable para que se desintegre en conocimiento.
3. La ilusión de todo fanático es seguir siéndolo.
4. Frente a una sólida convicción siempre nos quedará la sátira, y quizá solo nos quede eso.
5. ¿Convicciones sólidas? Mejor si son líquidas o gaseosas…
6. Si comprender es dar con la mínima expresión de lo máximo compartido, entonces la Declaración Universal de los Derechos Humanos es una buena pista para la comprensión de todo lo humano.
7. El fanatismo y el humor se llevan muy mal porque el primero esconde las contradicciones mientras el segundo las busca.
8. El insulto busca la ofensa y apunta a las personas; la libertad de expresión apunta a las ideas y busca la crítica.
9. Si sentimos que se nos acaba el humor o la razón, siempre nos quedará el recurso de sentirnos ofendidos.
10. La ofensa la inventó un fanático acorralado por una sonrisa.
11. Libertad de pensamiento sin libertad de expresión es para la oclusión intelectual.
12. Libertad de expresión sin libertad de pensamiento es para la democracia de los que ya piensan lo mismo.
13. Si en una reunión de más de cien personas resulta que nadie sonríe durante más de diez minutos, entonces es bien posible que nos hayamos colado en un congreso de fanáticos…
14. Si en una fotografía aparecen más de cien personas mirando a cámara y nadie sonríe, entonces o es una imagen muy antigua o es la foto de familia de una reunión de fanáticos.
15. Una contradicción no deja de serlo por el mero hecho de llamarla misterio.
16. Solo se puede tener fe en la duda.
17. Lo más cierto de este mundo es que el mundo es incierto, por lo que toda buena idea está condenada a dejar de serlo.
18. La escritura supuso un gran instrumento para la razón, pero también para la sinrazón, porque con un texto se puede medir la distancia a la literalidad.
19. La estructura lingüística A pero B, donde B es la negación de A, es un viejo truco de la oratoria para construir sentencias blindadas a la crítica.
20. Hay dos clases de sátira, una para reír, que es la que apunta a las ideas, y otra para llorar, que es la que apunta a las personas.
21. La escuela no está para enseñar creencias.
22. En la escuela quizá baste con practicar solo cuatro cosas: el sentido crítico y tres idiomas.
23. No conozco ningún fanático que hable más de tres idiomas.
24. El ciudadano que no lee ningún libro tiene más remedio que el que lee solo uno.



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