domingo, 27 de mayo de 2018

¿En qué debemos creer?

Con el título de esta entrada no me quiero referir a si debemos creer en un dios, en si hay algo trascendente más allá de la vida,... es decir, en una religión concreta (o en ninguna), ya que considero que ese tipo de creencias tienen carácter personal y también, como no, cultural.
Con la pregunta “¿en qué debemos creer?”, planteo una cuestión que tiende más hacia el debate interno que nos ocurre en un gran número de ocasiones  en esta sociedad tan llena y sobrecargada de información, en la que ya no sabemos lo que es real o lo que es mentira, lo que es un montaje, una media verdad,… Y solemos caer en engaños y timos por desconocimiento o, incluso peor, a basar nuestras opiniones en información que puede ser falsa.
Esto nos puede suceder en una gran variedad de ámbitos y con fines diversos, pero tras haber investigado sobre este tema en la asignatura de Cultura Científica, me he interesado especialmente por las pseudociencias.
Una pseudociencia es una disciplina o especialidad determinada por un conjunto de prácticas, creencias, conocimientos y métodos no científicos, pero que, sin embargo, reclaman esta condición.
En este momento, nos encontramos ya ante un error categorial similar al que se producía entre ciencia y religión en la formulación de la “teoría de un diseñador inteligente” o en el darwinismo social, ya que tal y como decia Gilbert Ryle “se confunden conceptos que pertenecen a diferentes constelaciones intelectuales”. Las pseudociencias siguen un método de elaboración no científico, donde la verdad es previa y se pretende corroborar después en base a creencias no científicas, en ocasiones religiosas o ideológicas, pero que después se presentan como un saber científico.
Pero la pregunta que me surge a partir de aquí es, ¿qué nos lleva a creer en las pseudociencias?. Es decir, ¿qué nos lleva a creer, por ejemplo, en que pasando una mano por encima de nuestro cuerpo curarán nuestra enfermedad, o en que una gema sobre nuestra piel apartará de nosotros las energías negativas?. En muchas de estas pseudociencias, la única posible base científica que se podría plantear para su supuesta efectividad es el efecto placebo que puede llevar al individuo a sentirse mejor, pero para que este suceda, es necesaria una confianza previa en dicha disciplina. Entonces, ¿de dónde nace esta confianza?, ¿de un intento de depositar en algo nuestras esperanzas?, ¿de una excesiva confianza en lo que nos cuentan y una tendencia a creer sin un razonamiento crítico propio?, ¿o, tal vez de no ser conscientes del error categorial producido en la elaboración de las teorías pseudocientíficas?
Personalmente, pienso que la confianza en las pseudociencias nace de la necesidad que tenemos, como seres humanos conscientes de nuestra existencia, de creer en algo, de creer que puede haber algo más, ya que las creencias son intrínsecas a nuestra especie, y siempre han estado presentes (también en antiguas sociedades).
Asimismo, considero que otro motivo es el convencernos a nosotros mismos de que en verdad sí que es creíble aquello que nos cuentan que nos puede ayudar, aunque en el fondo sepamos que no tiene ningún fundamento, para no perder la esperanza, por ese “optimismo obligado” cada vez más creciente en las sociedades de hoy en día.
Sin embargo, aunque estoy de acuerdo con esto y con que el ser humano necesita de creencias, creo que en este ámbito, tratándose de salud y, al fin y al cabo de nuestras vidas, debemos estar especialmente atentos para distinguir lo que es verdad de lo que es mentira, diferenciar las evidencias científicas de los engaños para conseguir dinero, y limitar nuestras creencias e ideologías a un ámbito más espiritual.

Laura R. Pérez
1º A

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