Con
el título de esta entrada no me quiero referir a si debemos creer en un dios,
en si hay algo trascendente más allá de la vida,... es decir, en una religión
concreta (o en ninguna), ya que considero que ese tipo de creencias tienen
carácter personal y también, como no, cultural.
Con
la pregunta “¿en qué debemos creer?”,
planteo una cuestión que tiende más hacia el debate interno que nos ocurre en un gran número de ocasiones en esta
sociedad tan llena y sobrecargada de información, en la que ya no sabemos lo
que es real o lo que es mentira, lo que es un montaje, una media verdad,… Y solemos caer en engaños y
timos por desconocimiento o, incluso peor, a basar nuestras opiniones en
información que puede ser falsa.
Esto
nos puede suceder en una gran variedad de ámbitos y con fines diversos, pero tras
haber investigado sobre este tema en la asignatura de Cultura Científica, me he
interesado especialmente por las pseudociencias.

Pero la pregunta que me surge a partir de aquí es, ¿qué
nos lleva a creer en las pseudociencias?. Es decir, ¿qué nos lleva a creer, por ejemplo, en
que pasando una mano por encima de nuestro cuerpo curarán nuestra enfermedad, o
en que una gema sobre nuestra piel apartará de nosotros las energías negativas?.
En muchas de estas pseudociencias, la única posible base científica que se
podría plantear para su supuesta efectividad es el efecto placebo que puede
llevar al individuo a sentirse mejor, pero para que este suceda, es necesaria
una confianza previa en dicha disciplina. Entonces, ¿de dónde nace esta
confianza?, ¿de un intento de depositar en algo nuestras esperanzas?, ¿de una
excesiva confianza en lo que nos cuentan y una tendencia a creer sin un
razonamiento crítico propio?, ¿o, tal vez de no ser conscientes del error
categorial producido en la elaboración de las teorías pseudocientíficas?
Personalmente,
pienso que la confianza en las pseudociencias nace de la necesidad que tenemos,
como seres humanos conscientes de nuestra existencia, de creer en algo, de creer
que puede haber algo más, ya que las creencias son intrínsecas a nuestra
especie, y siempre han estado presentes (también en antiguas sociedades).
Asimismo,
considero que otro motivo es el convencernos a nosotros mismos de que en verdad
sí que es creíble aquello que nos cuentan que nos puede ayudar, aunque en
el fondo sepamos que no tiene ningún fundamento, para no perder la esperanza, por
ese “optimismo obligado” cada vez más creciente en las sociedades de hoy en día.
Sin
embargo, aunque estoy de acuerdo con esto y con que el ser humano necesita de
creencias, creo que en este ámbito, tratándose de salud y, al fin y al cabo de
nuestras vidas, debemos estar especialmente atentos para distinguir lo que es
verdad de lo que es mentira, diferenciar las evidencias científicas de los
engaños para conseguir dinero, y limitar nuestras creencias e ideologías a un
ámbito más espiritual.
Laura R. Pérez
1º A
1º A
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