sábado, 8 de junio de 2019

Histeria ≠ Mujer


¿Qué es la histeria?
La histeria, actualmente denominada neurosis de conversión, es una enfermedad psicológica que nada tiene que ver con el género de quien la sufre. Los síntomas son la simulación de enfermedades reales, pero sin tener los problemas físicos que las causan (por ejemplo, un paciente que sufre de ceguera teniendo sus ojos completamente sanos), y a pesar de que no están establecidas de forma concisa las causas de este trastorno se afirma que los síntomas comienzan de manera repentina después de la aparición de grandes crisis psicológicas, episodios traumáticos o tras alguna experiencia estresante.
¿Por qué se asocia la histeria con las mujeres?
La palabra histeria deriva de la griega Hyaterá, útero, y se utilizó para denominar una enfermedad asociada a este, por lo que sólo las mujeres podían padecerla.
El padre de la medicina, Hipócrates, y también Platón atribuyeron este mal a un “útero errante”, que se paseaba por el cuerpo causando desequilibrios. Galeno creía que, si el útero no era utilizado, algo que supuestamente les ocurría a las viudas o a las mujeres que no tenían sexo por un tiempo prolongado, la sangre menstrual quedaba retenida y el cuerpo enfermaba. Durante la edad moderna aparecieron nuevas teorías, pero todas ellas asociadas a la sexualidad femenina. En la segunda mitad del siglo XIX, una cuarta parte de las mujeres fueron diagnosticadas con este ficticio mal, en parte como respuesta a la represión sexual de la época, en parte porque a todo síntoma relativamente desconocido se le llamaba “histérico”. Los hombres de ciencia fueron experimentando “métodos de tortura” para curarla como la denominada cura de reposo o la técnica de curación por autoridad, con la que pretendían vaciar la mente, hasta la pérdida de autonomía y la vida intelectual con la intención de eliminar cualquier pensamiento perturbador. En cuanto a cuál era el mejor tratamiento para la histeria hubo un relativo consenso en el llamado “masaje pélvico” por el cual se debía estimular los genitales de la mujer manualmente hasta que alcanzase el orgasmo, al cual denominaron “paroxismo histérico”.
A mediados del siglo XIX, el médico Paul Briquet se mostró en contra de las teorías del origen de la histeria, e incluso sugirió cambiar el nombre de este trastorno, por su relación con el útero como generador de los síntomas. Y si las causas de la histeria eran de origen neurológico no había razón para descartar que el hombre también pudiera sufrirla, afirmando que había tratado algunos casos de histeria masculina. Junto a Briquet, la figura de Jean-Martin Charcot, para el que la idea de la histeria uterina era un gran error que se había trasladado durante siglos y era el momento de repararlo. Charcot tuvo un papel preponderante en el estudio de los casos de histeria en hombres y niños.
Gracias a esta enfermedad, Sigmund Freud empezó a entender que había algo más que la conciencia, es decir, comenzó a descubrir la existencia del inconsciente. Freud terminó por afirmar que lo que se conocía como histeria femenina era provocado por un hecho traumático que había sido reprimido en el inconsciente, pero seguía aflorando en forma de ataques que carecían de explicación. Fue el principio de lo que hoy conocemos como psicoanálisis.
Años más tarde, en 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría reconocía oficialmente que la histeria femenina no era una enfermedad, sino un mito anticuado.
¿Somos todas las mujeres histéricas, como a menudo se dice?
Frecuentemente se escucha “es una mujer histérica”, para referirse a la mujer que tiene reacciones exageradas, a la mujer depresiva o inestable emocionalmente, a la mujer que está controlada por sus hormonas, y ello es debido al legado que nos ha dejado el uso erróneo de la palabra histeria como definición de la neurosis de conversión.
                                                                       Irea Salgado Moure 1ºB Bach

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