¿Qué
es la histeria?
La
histeria, actualmente denominada neurosis de conversión, es una
enfermedad psicológica que nada tiene que ver con el género de
quien la sufre. Los síntomas son la simulación de enfermedades
reales, pero sin tener los problemas físicos que las causan (por
ejemplo, un paciente que sufre de ceguera teniendo sus ojos
completamente sanos), y a pesar de que no están establecidas de forma
concisa las causas de este trastorno se afirma que los síntomas
comienzan de manera repentina después de la aparición de grandes
crisis psicológicas, episodios traumáticos o tras alguna
experiencia estresante.
¿Por
qué se asocia la histeria con las mujeres?
La
palabra histeria deriva de la griega Hyaterá, útero, y se utilizó
para denominar una enfermedad asociada a este, por lo que sólo las
mujeres podían padecerla.
El
padre de la medicina, Hipócrates, y también Platón atribuyeron
este mal a un “útero errante”, que se paseaba por el cuerpo
causando desequilibrios. Galeno creía que, si el útero no era
utilizado, algo que supuestamente les ocurría a las viudas o a las
mujeres que no tenían sexo por un tiempo prolongado, la sangre
menstrual quedaba retenida y el cuerpo enfermaba. Durante la edad
moderna aparecieron nuevas teorías, pero todas ellas asociadas a la
sexualidad femenina. En la segunda mitad del siglo XIX, una cuarta
parte de las mujeres fueron diagnosticadas con este ficticio mal, en
parte como respuesta a la represión sexual de la época, en parte
porque a todo síntoma relativamente desconocido se le llamaba
“histérico”. Los hombres de ciencia fueron experimentando
“métodos de tortura” para curarla como la denominada cura de
reposo o la técnica de curación por autoridad, con la que
pretendían vaciar la mente, hasta la pérdida de autonomía y la
vida intelectual con la intención de eliminar cualquier pensamiento
perturbador. En cuanto a cuál era el mejor tratamiento para la
histeria hubo un relativo consenso en el llamado “masaje pélvico”
por el cual se debía estimular los genitales de la mujer manualmente
hasta que alcanzase el orgasmo, al cual denominaron “paroxismo
histérico”.
A
mediados del siglo XIX, el médico Paul Briquet se mostró en contra
de las teorías del origen de la histeria, e incluso sugirió cambiar
el nombre de este trastorno, por su relación con el útero como
generador de los síntomas. Y si las causas de la histeria eran de
origen neurológico no había razón para descartar que el hombre
también pudiera sufrirla, afirmando que había tratado algunos casos
de histeria masculina. Junto a Briquet, la figura de Jean-Martin
Charcot, para el que la idea de la histeria uterina era un gran error
que se había trasladado durante siglos y era el momento de
repararlo. Charcot tuvo un papel preponderante en el estudio de los
casos de histeria en hombres y niños.
Gracias
a esta enfermedad, Sigmund Freud empezó a entender que había algo
más que la conciencia, es decir, comenzó a descubrir la existencia
del inconsciente. Freud terminó por afirmar que lo que se conocía
como histeria femenina era provocado por un hecho traumático que
había sido reprimido en el inconsciente, pero seguía aflorando en
forma de ataques que carecían de explicación. Fue el principio de
lo que hoy conocemos como psicoanálisis.
Años
más tarde, en 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría
reconocía oficialmente que la histeria femenina no era una
enfermedad, sino un mito anticuado.
¿Somos
todas las mujeres histéricas, como a menudo se dice?
Frecuentemente se escucha “es una mujer histérica”, para referirse a la
mujer que tiene reacciones exageradas, a la mujer depresiva o
inestable emocionalmente, a la mujer que está controlada por sus
hormonas, y ello es debido al legado que nos ha dejado el uso erróneo
de la palabra histeria como definición de la neurosis de conversión.
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