domingo, 2 de junio de 2019

LA CULPA


El concepto de culpa se define como una acción u omisión que genera un sentimiento de responsabilidad por un daño causado.
La culpa se relaciona con la cultura y con los valores. El código moral de cada grupo humano puede diferir debido a circunstancias históricas, geográficas o tradiciones, pero, esencialmente, se rige por normas similares que obligan a observar determinadas conductas y a desalentar otras.
En la teología occidental, la culpa, es la transgresión voluntaria de la ley de Dios, ya sea con el pensamiento, con la obra o con la omisión, y los hombres nacen con ella heredada de Adán y Eva (es el pecado original); mientras que en la oriental le atribuyen la culpa de nacimiento al karma o aflicción que va siendo heredada de vidas anteriores.
Para Nietzsche el concepto de culpa como sentimiento, se lo inventó el cristianismo y el judaísmo para tener sometidos a los débiles y evitar que los hombres superiores destacasen por encima del resto. Según Nietzsche la culpa, el arrepentimiento, es un error inventado para dominar a los hombres de voluntad débil; pues los hombres superiores, poseedores de una férrea voluntad –voluntad de poder– han dejado a un lado la culpa.
Algunos filósofos relacionan la culpa con la imperfección humana. Esta imperfección provoca en el hombre un sentimiento de culpa ya que anhela la idea de la perfección.
La filosofía se ha ocupado del fenómeno subjetivo de la culpa pues representa un elemento crucial para entender la realidad. Para los filósofos la idea de que un sujeto afectado en su propio ser por su acto sea incapaz de rehacerse, parece contradecir, la idea de responsabilidad y de la propia autonomía; pero, el evitarse ese sufrimiento por medio del olvido o la falta de reflexión, vendría a ser como un reniego de toda verdad de sí mismo.
La reflexión filosófica sobre el sentimiento de culpabilidad, nos remite a dos actitudes básicas como formas de afrontar la dimensión ética de la existencia humana, entre las que oscilamos y que tienden a excluirse mutuamente. Una es la que presta atención al pasado, pero con vistas al futuro, y la otra es la que quedamos prisioneros del pasado.
Hay que saber diferenciar entre la culpa y el aprendizaje del pasado. La culpa como inmovilización del presente, que puede manifestarse desde un pequeño malestar hasta la depresión más severa, nos impide actuar, es inútil y perjudicial, baja la autoestima y desarrolla odio hacía sí mismo, y ese odio se proyecta en forma de violencia hacia los otros.
Aprender del pasado, a diferencia del sentimiento de culpa, implica evitar la repetición de algún comportamiento con la intención de aprender de nuestras equivocaciones, sin inmovilizarnos. Y es que aprender de nuestros errores es algo sano, necesario para nuestro crecimiento y desarrollo personal, y nos permite avanzar.
                                                                              Irea Salgado Moure 1ºB Bach

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