El
concepto de culpa se define como una acción u omisión que genera un
sentimiento de responsabilidad por un daño causado.
La
culpa se relaciona con la cultura y con los valores. El código moral
de cada grupo humano puede diferir debido a circunstancias
históricas, geográficas o tradiciones, pero, esencialmente, se rige
por normas similares que obligan a observar determinadas conductas y
a desalentar otras.
En
la teología occidental, la culpa, es la transgresión voluntaria de
la ley de Dios, ya sea con el pensamiento, con la obra o con la
omisión, y los hombres nacen con ella heredada de Adán y Eva (es el
pecado original); mientras que en la oriental le atribuyen la culpa
de nacimiento al karma o aflicción que va siendo heredada de vidas
anteriores.
Para
Nietzsche el concepto de culpa como sentimiento, se lo inventó el
cristianismo y el judaísmo para tener sometidos a los débiles y
evitar que los hombres superiores destacasen por encima del resto.
Según Nietzsche la culpa, el arrepentimiento, es un error inventado
para dominar a los hombres de voluntad débil; pues los hombres
superiores, poseedores de una férrea voluntad –voluntad de poder–
han dejado a un lado la culpa.
Algunos
filósofos relacionan la culpa con la imperfección humana. Esta
imperfección provoca en el hombre un sentimiento de culpa ya que
anhela la idea de la perfección.
La
filosofía se ha ocupado del fenómeno subjetivo de la culpa pues
representa un elemento crucial para entender la realidad. Para los
filósofos la idea de que un sujeto afectado en su propio ser por su
acto sea incapaz de rehacerse, parece contradecir, la idea de
responsabilidad y de la propia autonomía; pero, el evitarse ese
sufrimiento por medio del olvido o la falta de reflexión, vendría a
ser como un reniego de toda verdad de sí mismo.
La
reflexión filosófica sobre el sentimiento de culpabilidad, nos
remite a dos actitudes básicas como formas de afrontar la dimensión
ética de la existencia humana, entre las que oscilamos y que tienden
a excluirse mutuamente. Una es la que presta atención al pasado,
pero con vistas al futuro, y la otra es la que quedamos prisioneros
del pasado.
Hay
que saber diferenciar entre la culpa y el aprendizaje del pasado. La
culpa como inmovilización del presente, que puede manifestarse desde
un pequeño malestar hasta la depresión más severa, nos impide
actuar, es inútil y perjudicial, baja la autoestima y desarrolla
odio hacía sí mismo, y ese odio se proyecta en forma de violencia
hacia los otros.
Aprender
del pasado, a diferencia del sentimiento de culpa, implica evitar la
repetición de algún comportamiento con la intención de aprender de
nuestras equivocaciones, sin inmovilizarnos. Y es que aprender de
nuestros errores es algo sano, necesario para nuestro crecimiento y
desarrollo personal, y nos permite avanzar.
Irea Salgado Moure 1ºB Bach
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