Día a día nos abordan situaciones que nos incitan a
posponer tareas: “para qué voy a hacer hoy los deberes si los puedo hacer
mañana”, “ya iré a la academia otro día” o “esto ya lo estudiaré”. Las escusas
nunca faltan: no me encuentro inspirada, estoy muy cansada, aún tengo tiempo,
tengo cosas más urgentes que hacer, etc. A este hecho se le conoce como “procrastinación”.
Yo misma he pospuesto esta intervención, semana tras
semana, desde comienzo de curso. Me pregunto qué es lo que emocionalmente me ha
llevado a dejarlo para más tarde.
En un principio podríamos pensar que posponemos el
trabajo por pereza. Sin embargo, me he dado cuenta de que durante este tiempo
de aplazamiento he madurado más mi intervención. He podido analizar mejor la
información, organizar las ideas y encontrar un tema que de verdad ha
conseguido inspirarme.
Aunque se diga que la procrastinación es uno de los pecados
capitales de la sociedad moderna hay estudios que la defienden argumentando la
conveniencia de esperar el máximo tiempo posible antes de tomar una decisión,
para no precipitarnos. Esto puede ocurrir, por ejemplo, ante un conflicto.
Puede ser más conveniente no reaccionar ante él inmediatamente, sino esperar y
analizar en frío la situación.
Otra razón tiene que ver con que algunas veces las cosas
terminan por solucionarse solas. Imagínate que finalmente el examen para el cual
llevas un mes estudiando se cancela. Por desgracia, no podemos tomar esta
situación como referencia, pero, ¿y si sí? Esto defendería que procrastinar puede
suponer un ahorro de tiempo y energía.
Parece lógico que cada uno procrastine en un área
diferente, posiblemente en aquello que le resulta más pesado o le cuesta más. Está
claro que nadie aplazaría salir de fiesta con sus amigos.
Pero debemos tener cuidado para que esto no se
convierta en nuestro modus operandi.
Las consecuencias de procrastinar son a menudo: estrés, decepción o baja
efectividad.
Una cuestión importante sobre la procrastinación es cómo
ponerle fin. A medida que aplazamos tareas entramos en un ciclo del cuál es
difícil salir. Siempre tendremos algo atrasado que hacer.
Si os encontráis con este problema, no os preocupéis. Hay
muchos libros que os pueden aconsejar sobre cómo dejar de procrastinar, pero
como no es mi caso, ya lo leeré otro día.
Y vosotros, ¿procrastináis?
Claudia Lareo Dopico 1ºA
No hay comentarios:
Publicar un comentario