domingo, 5 de abril de 2020

Salvar lo infinito....


Salvar lo infinito dándole consistencia, renunciar al infinito para conquistar la referencia, crear un finito que devuelva lo infinito, tales son las tres grandes metas del pensamiento.


El pasado 14 d enero UNESCO se festejó, por vez primera, el día de las matemáticas la fecha no es por  casualidad. El 14 de marzo ya se celebraba en algunos países como el Día de Pi, debido a la coincidencia al escribir la fecha en el orden anglosajón con el valor de la conocida constante matemática, cuyos primeros dígitos son 3,14.

Una constante matemática que es eterna, porque tiene infinita cantidad de dígitos que se prolongan tras la coma, sin jamás repetir un mismo patrón. Desde siempre el término infinito se define por lo que no es, y este "no ser", como condición de posibilidad infinita de toda determinación finita, y por tanto existente, ha sido la clave para pensar las condiciones de posibilidad del pensamiento, a partir de la serie de determinaciones conceptuales que nos permiten ordenar nuestro mundo con sentido. 

Porque lo que no tiene sentido, es lo que nos descoloca, porque rebasa nuestra racionalidad, y provoca el pensamiento activo ante lo que se le presenta en condiciones de inaprehensibilidad.
Es en este sentido que el infinito se asocia a la idea de caos, no tanto por el desorden sino porque desborda cualquier forma de determinación y eso perturba y admira tanto a la filosofía como la matemática, aunque ambas, al igual que el arte, afrontan el infinito, pero lo hacen de distinta manera. Buscamos orden para protegernos del caos.

 “Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del caos. No hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos. Son variabilidades infinitas cuya desaparición y aparición coinciden. Son velocidades infinitas que se confunden con la inmovilidad de la nada incolora y silenciosa que recorren, sin naturaleza ni pensamiento. Es el instante del que no sabemos si es demasiado largo o demasiado corto para el tiempo. Recibimos latigazos que restallan como arterias. Incesantemente extraviamos nuestras ideas. Por este motivo nos empeñamos tanto en agarrarnos a opiniones establecidas. Sólo pedimos que nuestras ideas se concatenen de acuerdo con un mínimo de reglas constantes, y jamás la asociación de ideas ha tenido otro sentido, facilitarnos estas reglas protectoras, similitud, contigüidad, causalidad, que nos permiten poner un poco de orden en las ideas, pasar de una a otra de acuerdo con un orden del espacio y del tiempo".
 Deleuze y Guattari - ¿Qué es la Filosofía? 1993, p. 202.

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