Aficionados con silbato en una competición futbolística |
La tolerancia es una actitud
positiva pues no muestra permisividad hacia el otro, sino que aun mostrando
discrepancia, no solo lo respeta sino que busca en común la mejor razón cuando
nuestra opinión es contraria. Por eso a la tolerancia, se opone el fanatismo y
la intolerancia. Así pues, no todo es tolerable, el límite se halla en la vulneración de los
derechos y valores éticos de las personas.
Ahora bien: ¿qué argumentos podemos encontrar para mostrar la
necesidad de una libertad de expresión de las ideas?
Y sobre todo, en términos
de poder y autoridad ¿puede el Estado coartar o imponer opiniones a sus
ciudadanos?
En la obra Sobre la
libertad, J. Stuart Mill escribió lo siguiente:
“Si toda la humanidad,
menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera de opinión
contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella
misma lo sería si teniendo poder bastante impidiera que hablara la humanidad. […] Es el deber del Gobierno (del Estado) y de los
individuos formar las opiniones más verdaderas que puedan; formarlas
escrupulosamente y nunca imponerlas a los demás”.
Sobre la libertad
Mill estaba convencido de que hay excelentes razones para
defender la libertad de expresión como fundamento de todo bienestar
intelectual, en donde el Estado no tiene derecho a intervenir para silenciar lo
que considera un error, pues en el proceso de búsqueda de la verdad, si se
permite la discusión, ésta acabará imponiéndose sobre el error. Veamos algunos
de los argumentos expresados:
1. Una opinión silenciada (no discutida) puede ser verdadera. Negar esto sería aceptar la infalibilidad (propia o de un grupo); y nadie es infalible.
2. Aunque una opinión fuera un error, puede tener parte de verdad: sólo en el contraste y discusión se pueden discernir los errores de las verdades.
3. Aunque una opinión fuera toda la verdad (por hipótesis), si no se discute acaba siendo un mero prejuicio, letra muerta, no se comprende su fundamento y puede acabar por debilitarse y hacer estéril, sin vigor y fuerza para la práctica.
La sociedad, ni por medio del gobierno ni las leyes, tiene derecho a mermar la libertad de pensamiento y discusión, sería un error y un robo a toda la humanidad, hay que tener perspectiva de análisis, pues al igual que las culturas, las distintas sociedades, vistas en contexto histórico, no son más infalibles que los individuos.
En la búsqueda de la verdad, es preciso ser consciente que la mente humana no es infalible, pero los errores pueden ser corregidos mediante la discusión y la experiencia, y para eso hay que permitir que todas las opiniones se puedan oír.
De ahí que la
respuesta a la pregunta si ¿podría
haber alguna razón que justificara negar la libre expresión por algún interés social, por utilidad? Requeriría argumentación y para justificarla
se se precisa de la libre discusión.
Admitir las verdades sin discusión acaba conduciendo a la decadencia de las verdades heredadas, por ello Mill nos advierte que el dejar de pensar y discutir algo cuando deja de ser dudoso, es causa de la mitad de los errores de la humanidad.
Ahora
bien, la libertad de expresión no justifica la falta de respeto del otro, aunque
incluso hasta dónde llega la idea de respeto, es discutible.
De
momento no es posible pinchar un cerebro para controlar el pensamiento ajeno.
Técnicas como la resonancia magnética funcional o el polígrafo aún quedan muy
lejos. Pero la privacidad de pensamiento, aunque ayuda, no garantiza la
libertad de pensamiento, ni la libertad de pensamiento implica la libertad de
expresión. Por eso Sócrates insiste en reclamar ambas libertades explícitamente, para vivir como un ser
humano, no como un esclavo, para vivir con la razón y no a la deriva o a merced
del capricho de los dioses. No se puede limitar la libertad robando
clandestinamente pensamiento del interior de una mente, pero sí embutiendo
pensamiento preparado y empaquetado desde el exterior. Si además el cerebro
está tierno y en fase de maduración, entonces la operación es particularmente
eficaz y perversa. Sin crítica se atrofia el uso de la razón y sin humor se
pierde el hábito de la crítica. Es cuando lo cultural se confunde con lo
natural y se fragua ese conglomerado que llamamos una convicción sólida. Así es
como una idea se gana el prestigio de creencia irrenunciable, como si estuviera
impresa en la mente, como si fuera una marca de fábrica. Así es como nace y se hace un fanático.
1. Solo se puede
ser fanático de una idea que la realidad no pueda desmentir.
2. El conocimiento
ha de ser falsable para que no se integre en un dogma, y el dogma ha de ser
burlable para que se desintegre en conocimiento.
3. La ilusión de
todo fanático es seguir siéndolo.
4. Frente a una
sólida convicción siempre nos quedará la sátira, y quizá solo nos quede eso.
5. ¿Convicciones
sólidas? Mejor si son líquidas o gaseosas…
6. Si comprender es
dar con la mínima expresión de lo máximo compartido, entonces la Declaración
Universal de los Derechos Humanos es una buena pista para la comprensión de
todo lo humano.
7. El fanatismo y
el humor se llevan muy mal porque el primero esconde las contradicciones
mientras el segundo las busca.
8. El insulto busca
la ofensa y apunta a las personas; la libertad de expresión apunta a las ideas
y busca la crítica.
9. Si sentimos que
se nos acaba el humor o la razón, siempre nos quedará el recurso de sentirnos
ofendidos.
10. La ofensa la
inventó un fanático acorralado por una sonrisa.
11. Libertad de
pensamiento sin libertad de expresión es para la oclusión intelectual.
12. Libertad de
expresión sin libertad de pensamiento es para la democracia de los que ya
piensan lo mismo.
13. Si en una
reunión de más de cien personas resulta que nadie sonríe durante más de diez
minutos, entonces es bien posible que nos hayamos colado en un congreso de
fanáticos…
14. Si en una
fotografía aparecen más de cien personas mirando a cámara y nadie sonríe,
entonces o es una imagen muy antigua o es la foto de familia de una reunión de
fanáticos.
15. Una
contradicción no deja de serlo por el mero hecho de llamarla misterio.
16. Solo se puede
tener fe en la duda.
17. Lo más cierto de
este mundo es que el mundo es incierto, por lo que toda buena idea está
condenada a dejar de serlo.
18. La escritura
supuso un gran instrumento para la razón, pero también para la sinrazón, porque
con un texto se puede medir la distancia a la literalidad.
19. La estructura
lingüística A pero B, donde B es la negación de A, es un viejo truco de la
oratoria para construir sentencias blindadas a la crítica.
20. Hay dos clases
de sátira, una para reír, que es la que apunta a las ideas, y otra para llorar,
que es la que apunta a las personas.
21. La escuela no
está para enseñar creencias.
22. En la escuela
quizá baste con practicar solo cuatro cosas: el sentido crítico y tres idiomas.
23. No conozco
ningún fanático que hable más de tres idiomas.
24. El ciudadano que
no lee ningún libro tiene más remedio que el que lee solo uno.
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