Los sentidos son una
parte esencial del organismo humano. Forman parte del sistema nervioso
periférico y son los encargados de capturar los estímulos del interior para
después hacer que esa información, convertida en impulsos nerviosos, llegue
hasta nuestro cerebro y pueda ser procesada. Pero… ¿nos podemos fiar
completamente de esa información?
Para empezar, considero
importante distinguir dos aspectos diferentes a la hora de abordar esta
cuestión. En primer lugar se encuentra la información que captan nuestros
sentidos, y en segundo lugar está lo que nuestro cerebro hace con esa información.
En cuanto a lo que es captado por cada uno de nuestros sentidos, opino que es
una información mayoritariamente fiable y fidedigna. Por otra parte, lo que nos
puede hacer alejarnos de la verdadera realidad es cómo interpreta nuestro
cerebro la información. En esta etapa de interpretación de la información es
cuando intervienen las emociones, los principios y convicciones, la presión
grupal y todo tipo de aspectos que de alguna manera condicionan esa percepción
inicial y hacen que la tergiversemos para que esté de alguna forma de acuerdo
con lo que nuestro cerebro considera importante o necesario.
Como ejemplo, se
debería citar el caso de las Leyes de la Gestalt. En todas ellas se encuentran
pruebas de que el cerebro tiende a adaptar de diferentes maneras los estímulos
que percibe sin que nos demos cuenta. Otro ejemplo sería la percepción del
arte, de la pintura, de la música o de la poesía, entre otras, ya que el
percibirlas nos puede evocar una determinada sensación o vivencia que el
cerebro asocia a una determinada característica de lo que percibimos.
Como contraejemplo, me
parece adecuado mencionar que existe una mayor facilidad a la hora de detectar
deficiencias en la forma en la que percibimos los sentidos que en la forma en
la que los interpretamos; es decir, cuando una persona sufre una deficiencia
visual es relativamente sencillo que esta persona se dé cuenta, mientras que es
más difícil que una persona acepte que, por ejemplo, una determinada canción no
le puede hacer llorar. Esto se debe a que, en la información percibida, sólo
entra en juego lo estrictamente objetivo, se perciba como se perciba; mientras
que en la información interpretada entra en juego el componente subjetivo de la
conciencia humana, por lo que como resultado obtenemos una información adaptada
a nosotros, cosa que puede discernir de la verdadera realidad.
Como conclusión,
existen dos etapas complementarias que configuran nuestra percepción: la
captación de un estímulo por parte de los sentidos, casi siempre fiable y
objetiva, y la interpretación de ese estímulo por nuestro cerebro, que adapta
esa información percibida inicialmente a diversos matices que van en
consonancia con nuestra identidad y nuestros principios. El conjunto de estas
dos etapas es lo que llamamos percepción, que muchas veces no es completamente
fiel a la realidad y contiene discrepancias fruto de la acción de nuestro
cerebro, y no tanto de nuestros sentidos.
Efectivamente, para entendernos, podemos mencionar esas dos etapas a las que tú aludes al referirte a la doble dimensión física y psicológica de la percepción; sin embargo, desde la perspectiva filosófica, no podemos dejar de poner en cuestión el concepto de realidad objetiva al margen de un sujeto cognoscente. Para no cargar tanto las tintas en la Filosofía, te recuerdo la perspectiva de un neuropsicólogo y especialista en neurobiología: Ignacio Morgado, quien en la entrevista citada en este blog (ver -VIERNES, 2 DE NOVIEMBRE DE 2012)- respondía así a la siguiente pregunta:
ResponderEliminar¿Cómo percibimos el mundo? Diciendo que: ” Las percepciones son una creación del cerebro y de la mente humana”. De lo que infiere que “lo que percibimos no necesariamente coincide con lo que pueda haber fuera de nosotros, que no es más que materia y energía. Las percepciones no existen fuera de nuestra mente. Dicho de otro modo: el cerebro es el que ve, oye, siente… Fuera de nosotros no hay luz, gusto, tacto…” Continuará…