Cada vez que nos ocurre algo, pensamos qué ha ocurrido, qué podría haber ocurrido, tratamos de definir
qué sentimos. Lo calificamos todo, hasta qué punto de feliz nos encontramos,
hasta qué nivel queremos a una persona, hasta
qué cantidad de lágrimas estamos
tristes. Todo con palabras, comprendemos lo que sentimos expresándolo y las
formas de expresarlo son innumerables, podríamos expresarlo a golpes, a
sonidos, a colores, a gritos, a sonrisas, nosotros lo comprenderíamos, pero en
el momento en el que tratásemos de explicarlo a otras personas recurriríamos, sin duda, al lenguaje. Y es que
es este el modo que tenemos de relacionarnos con el resto de personas de
conectar nuestro interior con el exterior, es la forma de decir: siento esto,
me ha molestado lo otro, he querido tal, me siento así, todo en definitiva para
hablar de nosotros y es que es el lenguaje la más egocéntrica característica
humana. Dado que el egocentrismo,
también es necesario.
En muchas
ocasiones, no comprendemos el comportamiento de una persona. Cómo entender que
un hombre pegue a su mujer, que una
madre rechace a su hijo. Nuestros instintos nos
obligan a quererlo, estas condicionados a no agredir lo que queremos. Necesitamos
comprender que falla en la mente de estas personas, necesitan comprender que
falla en su mente. Pues bien, he aquí la herramienta clave, el lenguaje. Si
llegamos a conseguir que una persona comprenda lo que pasa en su mente, en su
cuerpo ante un estimulo, será capaz de comprenderlo, de cambiar la respuesta,
de cambiar, en consecuencia la emoción.
Pero entonces, ¿qué son las emociones?¿cómo definir lo que sentimos, lo que sienten? ¿Alegría, cansancio,
emoción? Palabras, lo que sentimos son palabras. Concebimos el mundo en base al
lenguaje. No podemos expresar que es la felicidad, quizá para algunos sean cosquillas
en los pies o para otros sea un nudo en
la garganta, la felicidad es una sensación física, es nuestra mente la que
trata de describirla, analizarla, compararla, la que la califica de emoción, la
que en consecuencia la cambia y todo esto lo consigue a través del lenguaje. En conclusión, no es
que el lenguaje cambie las emociones, si no que las emociones son, puramente, lenguaje.
Noa
Rodríguez Méndez
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