¿Qué papel desempeña lo que esperamos ver, o lo que estamos
acostumbrados a ver, en lo que observamos?
Los seres humanos, al igual que el resto de los animales, vivimos a base de costumbres. Día a día hacemos más o menos las mismas cosas, nos levantamos a la misma hora y vamos a los mismos sitios, relacionándonos con la misma gente.
Cuando estamos acostumbrados a ver lo mismo en cierto lugar cada día durante mucho tiempo, podemos no percatarnos de un cambio que se haya hecho si no nos fijamos con atención cuando miramos. Por ejemplo, podemos pasar todos los dás por el mismo parque y ver un árbol siempre en el mismo sitio. Si pasáramos corriendo ni nos percataríamos de que no está, pues esperaríamos verlo allí.
Lo mismo sucede con las palabras. Cuando aprendemos a leer nos fijamos en cada letra y donde está colocada para crear palabras con sentido; pero a lo largo de los años y de nuestra experiencia leemos por costumbre, así que vemos las palabras que estamos acostumbrados a ver. Una palabra puede estar mal escrita, pero nosotros entenderemos perfectamente lo que quiere decir. A veces incluso podemos no darnos cuenta de que está mal escrita.
Al contrario, podemos percibir un cambio si nos fijamos. Un cambio en la rutina de una persona puede afectarle de mayor o menor manera. Si el cambio es pequeño, simplemente se dará cuenta de que una cosa ha cambiado, como por ejemplo que un objeto no esté en el lugar en el que solía estar.
Si el cambio es significativo, como conocer a una nueva persona, un cambio de horario... no solo nos damos cuenta, si no que altera lo que esperábamos ver, y reaccionamos ante ello.
En conclusión, lo que esperamos ver a veces puede distorsionar lo que vemos. Tan solo si nos fijamos podemos ver que algo ha cambiado, mientras que otras veces, si el cambio es muy grande, nos damos cuenta a la primera.
Carolina Araujo
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