domingo, 9 de diciembre de 2012

¿Cómo y en qué medida podrían las percepciones sensoriales verse afectadas por las expectativas, los supuestos y las creencias?




Todas las percepciones están condicionadas.

  Desde que nacemos estamos precondicionados a  los estímulos que seremos capaces de juzgar e incluso percibir. Según algunos  estudios,  nuestros gustos musicales  vendrán condicionados por la música y sonidos que hayamos escuchado durante nuestra infancia. Llegando a no ser capaces de percibir en la edad adulta,  frecuencias que no hayamos percibido durante la niñez.  No es un resultado muy sorprendente si tenemos en cuenta que, de pequeños, nuestro cerebro es como una esponja que crea un circuito neuronal exclusivo para cada estímulo y que esta capacidad se pierde a medida que crecemos. Así, un niño al que le hayan vendado los ojos durante los primeros años de vida, nunca será capaz de ver, aunque no sufra ningún daño en los ojos o en el nervio óptico.
  Además nuestras emociones condicionan también las interpretaciones de lo que percibimos. Así, un día podemos considerar que una persona posee unos rasgos bellos. Tras conocer a esa persona,  seguiremos respondiendo al mismo estímulo, a  los mismos rasgos, pero quizá los distorsionaremos y obviaremos los que en un momento apreciamos, percibiendo tan solo los defectos.


Las percepciones son intransferibles.

  Una persona puede estar completamente segura de que ha visto un ovni, podemos interpretar que ha podido llegar a  recibir falsas percepciones creadas por su mente pero quizá no, quizá sean percepciones reales y los que estemos condicionados seamos el resto del mundo. ¿Cómo demostrar quién tiene razón? Podríamos aludir, al número de personas, si somos 7 millones y solo una lo ve,  esa persona está equivocada. Pero, ¿realmente es esto un argumento? Mi respuesta es no.  Es imposible percibir lo que otras personas perciben, nuestros sentidos, lo que vemos, lo que oímos, lo que saboreamos es intransferible y por mucho que nos esforcemos en describirlo, las sensaciones o comparaciones a las que nos refiramos serán también propias. Nadie puede asegurar, que lo que a ti te sabe dulce a mi me sabe salado,   si ambos hemos asimilado que lo que  realmente hemos saboreado es ácido. Y nadie puede demostrar que estamos equivocados, porque no existe una percepción imparcial.
  Otro ejemplo, los colores,  en este caso sí podríamos aludir a un hecho imparcial,  según la frecuencia de su onda podremos relacionarlo con un color. Establezcamos entonces que una  frecuencia X se corresponde al color púrpura. Pero ¿qué es realmente el color púrpura? Para una persona el púrpura puede ser lo que otra persona percibe  como rojo, pero ha asimilado que ese rojo se llama púrpura y cada vez que lo vea pensará en que es púrpura, no rojo,  por lo tanto esa frecuencia se corresponderá al rojo de otra persona, pero se interpretará como púrpura.


El ser humano tan sólo percibe una mínima parte de todo lo que lo rodea.

  Nuestra vista tan solo es capaz de percibir  las ondas  con frecuencias comprendidas entre 10-6 y 10-7  por lo tanto no puede percibir ni la luz ultravioleta ni las ondas de radio ni los rayos gamma ni nada que sobrepase o no supere esa frecuencia,  dejándonos a “ciegas” de la gran mayoría de ondas. Y no solo eso, el tamaño mínimo que podemos apreciar es la décima parte de un milímetro y no podemos observar por tanto, de que está formada la materia ni nosotros mismos, sin la ayuda de un microscopio.
  Nuestro oído tampoco es capaz de percibir todos los sonidos, tan solo escucha los sonidos que se encuentren entre los 0  y 120 decibelios y varía mucho según la edad, la genética…
  Nuestro olfato tampoco está muy desarrollado si lo comparamos con el de otros animales como el perro, el lobo o el cóndor que es capaz de oler el cadáver de un animal cuando está en pleno vuelo.
  Nuestro gusto y sensibilidad, tampoco poseen ninguna característica especial, al compararla con la de otros mamíferos. Además  la aportación que nos dan sobre la realidad es limitada.


   En conclusión si  lo que percibimos viene condicionado por nuestra experiencia vital y estas percepciones no se pueden comparar con nada, si la información que nos llega es limitada, si  nunca podremos saber como es realmente  nuestro mundo… nuestra realidad  no es real. Nuestra realidad es el convenio al que los humanos hemos llegado al poner en común todas nuestras percepciones, siendo todo lo que percibimos, potencialmente falso.



                                 Noa Rodríguez Méndez

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