lunes, 18 de marzo de 2013

Publicidad y rentabilidad económica





El hecho de que la publicidad maneje nuestras vidas es cada vez más frecuente. Compramos sin importar cuánto ni qué. Los anuncios nos persuaden fácilmente utilizando argumentos en principio muy convincentes, pero a  la vez muy  superficiales. Recurren a estrellas de cine, deportistas o personajes de moda  para anunciarlos, buscando el prototipo adecuado (más, menos guapo/a, atractivo/a, gracioso/a, etc.) dependiendo del tipo de público al que vaya dirigido. Es así como nos convencen de la necesidad de dicho artículo en nuestras vidas. En resumen, las grandes marcas comerciales nos manejan como marionetas a su antojo, y acaban consiguiendo sus propósitos.
¿Pero realmente quién tiene la culpa de todo esto?  Creo que sería erróneo pensar  en la culpabilidad única y exclusiva del anunciante. Vivimos en una sociedad de consumidores compulsivos, en la cual lo que prima es el afán de tener  y aparentar tener aún más, y en la que bastante nunca es suficiente. Ya no se tienen en cuenta los valores que realmente importan en la vida, que son más de carácter subjetivo y no se aprecian a simple vista. Hoy en día la apariencia y el físico son dos de los aspectos más valorados en una persona. Es así como mediante la publicidad se fomenta este tipo de comportamiento que poco a poco ha ido constituyendo la sociedad actual.
¿Es posible llegar a conseguir un cambio de actitud en los consumidores con la propagación de otro tipo de anuncios o eslogan? Pienso que sería una buena manera de acabar con parte de la arrogancia y superficialidad de esta sociedad materialista y de la que, a mi pesar, formamos parte.  El problema es que esto no interesa y, por lo tanto, nunca  sería llevado a cambo. Pesan más los intereses económicos frente a lo ético y racional.
De cara al futuro no podemos perder la esperanza de una nueva postura por parte del consumidor ya que la sociedad cambia, y a veces lo hace forzada o como consecuencia de la situación de crisis económica que atravesamos. En este caso se podría visualizar un cliente  más crítico, analista, puntillista, selectivo…  a la hora de consumir. Si esto ocurriese los vendedores  se verían obligados a cambiar su actitud hacia el consumidor.


Cristina Vázquez Lorenzo 1º BI 

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