El hecho de que
la publicidad maneje nuestras vidas es cada vez más frecuente. Compramos sin
importar cuánto ni qué. Los anuncios nos persuaden fácilmente utilizando
argumentos en principio muy convincentes, pero a la vez muy superficiales. Recurren a estrellas de cine,
deportistas o personajes de moda para
anunciarlos, buscando el prototipo adecuado (más, menos guapo/a, atractivo/a,
gracioso/a, etc.) dependiendo del tipo de público al que vaya dirigido. Es así
como nos convencen de la necesidad de dicho artículo en nuestras vidas. En
resumen, las grandes marcas comerciales nos manejan como marionetas a su
antojo, y acaban consiguiendo sus propósitos.
¿Pero realmente
quién tiene la culpa de todo esto? Creo
que sería erróneo pensar en la
culpabilidad única y exclusiva del anunciante. Vivimos en una sociedad de
consumidores compulsivos, en la cual lo que prima es el afán de tener y aparentar tener aún más, y en la que bastante
nunca es suficiente. Ya no se tienen en cuenta los valores que realmente
importan en la vida, que son más de carácter subjetivo y no se aprecian a
simple vista. Hoy en día la apariencia y el físico son dos de los aspectos más
valorados en una persona. Es así como mediante la publicidad se fomenta este
tipo de comportamiento que poco a poco ha ido constituyendo la sociedad actual.
¿Es posible
llegar a conseguir un cambio de actitud en los consumidores con la propagación
de otro tipo de anuncios o eslogan? Pienso que sería una buena manera de acabar
con parte de la arrogancia y superficialidad de esta sociedad materialista y de
la que, a mi pesar, formamos parte. El
problema es que esto no interesa y, por lo tanto, nunca sería llevado a cambo. Pesan más los
intereses económicos frente a lo ético y racional.
De cara al
futuro no podemos perder la esperanza de una nueva postura por parte del
consumidor ya que la sociedad cambia, y a veces lo hace forzada o como
consecuencia de la situación de crisis económica que atravesamos. En este caso
se podría visualizar un cliente más
crítico, analista, puntillista, selectivo…
a la hora de consumir. Si esto ocurriese los vendedores se verían obligados a cambiar su actitud hacia
el consumidor.
Cristina Vázquez Lorenzo 1º BI
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