Peter Sloterdijk en Compostela.
Su autor
Peter Sloterdijk acudirá a nuestro centro, el próximo día 30 de octubre, a recoger el galardón que le ha sido otorgado
por un jurado de estudiantes, motivo por el cual esperamos ansiosos poder conocer
a un pensador de su talla (mide cerca de
dos metros) y su valía intelectual (está considerado, en la actualidad, como
uno de los pensadores vivos más influyentes en el pensamiento contemporáneo).
Con una gran cultura filosófica y un estilo para muchos provocador, Sloterdijk se
enfrenta a los problemas de nuestro tiempo con una actitud socrática, mediante
el rechazo de las opiniones que otros sustentan con el propósito de pensarlas
uno mismo. El resultado de este ejercicio crítico de pensamiento (que no
deja de molestar a algunos e incomodar a muchos) llega a nosotros en forma de
escritos, entrevistas, polémicas y otras narrativas como el ensayo al que hoy
nos referimos.
En
Ira y tiempo comienza recordándonos
el peso que la energía thimótica ha
tenido en la antigüedad. El thymos es esa parte de la naturaleza
humana en donde anidan las emociones relacionadas con el orgullo, la dignidad y
el valor de sí mismo. En la mitología antigua, las energías thimóticas fueron cantadas por rapsodas
como Homero para ensalzar los actos en la batalla de los héroes. En el verso
introductorio de La Ilíada -considerada como el inicio de la tradición europea-,
aparece la palabra “ira”, descrita como causante del dolor de los aqueos, que ciega
al héroe Aquiles con una cólera incontrolable y lo conduce a la muerte. Esta
epopeya cantada generación tras generación, ha educado a los hombres en el
valor de la energía timótica.
Posteriormente en el inicio de la filosofía,
las enseñanzas de Platón, que se oponen a las enseñanza de los poetas, promoverán un
pensamiento que encamina su búsqueda de la Verdad, la Belleza y la Justicia
lejos de estos impulsos thimóticos. Posteriormente
Aristóteles buscará el punto medio necesario que permita civilizarlo; y por último,
la escuela estoica, se afanará en anularlo al considerar, dichos impulsos y
emociones, fuente de toda infelicidad en el ser humano. Estos intentos
filosóficos de civilizar dicha ira o thymos,
nos han proporcionado un camino de conocimiento marcado por la prudencia, el
valor y la templanza; aunque la ira no ha dejado de estar presente en los actos
más terribles contra la humanidad. Sigue ahí de alguna manera pues, todos los
intentos apaciguadores de nuestra sociedad capitalista que se mueve por medio
de energías más eróticas que thimóticas -basadas en los deseos siempre insatisfechos y el afecto del querer tener-, no ha
conseguido apartarlo de la naturaleza humana. Ello podría ayudar a comprender
el lado oscuro de nuestra historia contemporánea que tiene su acontecimiento singular
en el Holocausto.
Al
menos eso parece desprenderse de la intencionalidad de esta obra fascinante que
nos lleva a reconsiderar críticamente la insatisfacción que producen nuestras
democracias liberales en las que sus ciudadanos, pese a tener reconocidos sus
derechos, no dejan de envidiar aquellos bienes objeto de deseo que, por su
escasez, no pueden ser universalizados, y que divide y amplía cada vez más la
brecha entre el mundo de los ganadores y
los perdedores, generando así bancos de energía timótica.
La
ira constituye una fuerza movilizadora en la lucha por el reconocimiento,
cocida en el horno del resentimiento, en donde como dice el autor "el
hombre se convierte en el animal surreal que arriesga la vida por un trapo de colores,
una bandera o un cáliz”. De esta manera Sloterdijk se apresta a explicar de qué
manera, primero el cristianismo, y posteriormente el comunismo y el fascismo
nacionalista después, se constituyeron en los principales "bancos de
ira" de la historia.
¿Pero
qué pasa en nuestra sociedad post-thimótica?
¿Dónde podrá el ser humano moderno dar salida a su ira?
Mientras exista la promesa del consumo,
mientras reine el deseo de querer tener, la confianza en la seguridad de un
mundo más o menos predecible. Mientras que los marginados del sistema conserven
la ilusión de poder participar en la mesa -aunque sea al final del festín del
bienestar-; mientras los mass media sigan
seleccionando que es lo noticiable, y el futbol siga siendo un elemento de
distracción; mientras el sistema siga canalizando convenientemente las energías
thimóticas en protestas y huelgas
inútiles, habremos alejado el miedo a morir sin reconocimiento o al menos sin
aburrimiento.
No
le perdáis la pista a este pensador que conoce bien su oficio.
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