Poco se puede sacar en limpio de la
visita que los alumnos de 1º de bachillerato hicimos al Parlamento Gallego el
pasado miércoles. La sesión que presenciamos era una exacta réplica de lo que
vemos en la televisión todos los días; un político reprocha algo a otro
político, y este otro responde con más reproches, que poco tienen que ver con
el tema inicialmente reprochado. En este divertido juego de palabras se basa la todo. Pues bien, ¿Por qué ocurre esto?, ¿Por qué los políticos no responden
a lo que se le pregunta?, ¿Por qué tergiversan y siempre acaban atacando
al contrario? Resumiendo un poco, se podría decir que es porque buscan su
interés propio antes que el de los ciudadanos. Toda la pantomima que
presenciamos el miércoles, no es más que una especie de campaña electoral
constante, en la que captar apoyo es más importante que resolver el problema.
De ahí que hubiera aplausos sin sentido o abucheos totalmente forzados.
Ahora deberíamos preguntarnos, ¿Si a
los ciudadanos tanto nos gusta que en el parlamento se traten los problemas y
se discuta de verdad, no sería eso lo que los políticos tendrían que hacer si
de verdad quieren ganar adeptos? ¡Ajá! Pero es que puede que el problema no
esté en ellos, sino en nosotros. Efectivamente, los políticos son perfectamente
conscientes de las limitaciones intelectuales de la población, una población
que no está ni mucho menos capacitada para comprender diferentes problemas
sociales, políticos, militares o lo que sea. De esta forma, en el parlamento
hay una consciencia de que el que mejor argumente o el que mejor político sea no
tiene porqué ganar las elecciones. Es más fácil decidirse viendo quien gana una
pura pelea de gallos que leyendo todos los programas electorales de todos los
partidos.
Antonio Álvarez García 1ªBI
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