martes, 10 de junio de 2014

Libertad para pensar las crisis


La libertad para pensar es un requisito de toda sociedad que se pretenda democrática, por ello dicha sociedad deber proveer lo necesario para la que la investigación y el avance del conocimiento sea posible. Pero podemos preguntarnos ¿para qué innovamos?

Innovamos para que cada vez sean más las personas que logran sacar provecho de ese “ascensor social” que es la educación; para que se reconozca y estimule el talento y las capacidades de hombres y mujeres, para que el ejercicio de los derechos humanos sea cada vez más una realidad y no un desiderátum. 

Para eso innovamos, por ello si consentimos  que el desarrollo del conocimiento se dirija fundamentalmente en aras del mercado de trabajo y la concentración del capital, nos estamos equivocando de modelo, pues sabemos que ese modelo económico no tiene la justicia social como un fin. ¿Debemos pensar la crisis entonces en términos éticos? Creo que es irrenunciable.

Para entender la ética se debe pensar, ante todo, cuál es el fin o el bien que perseguimos, pues la bondad o maldad de los actos que juzguemos será el resultado de la adecuación a tal fin. Son muchos, desde luego, los países y las empresas que se apuntan a la innovación científicotecnológica como fin de sus políticas, pero son  pocos los que están dispuestos a innovar teniendo presente fines éticos de justicia social. Mientras se produzca esta brecha no podemos pensar que podremos afrontar de un modo razonable y ético el problema de vivir que se nos plantea en nuestro tiempo.


Os dejo con una charla muy interesante sobre este tema de la impagable pensadora asturiana y universal Amelia Valcárcel.


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