martes, 17 de junio de 2014

¿Nos beneficia el egoísmo?

Hace poco he tenido la oportunidad de estudiar dos formas diferentes de entender qué debe guiar a los dirigentes de un país a la hora de tomar una decisión. Una era la del conocido filósofo y creador del capitalismo Adam Smith, que defiende que todas las personas deben tomar sus decisiones pensando en sí mismos, es decir, de forma egoísta, mientras que otro filósofo, John Rawls, decía que para que una decisión que afecte a muchas personas sea legítima debe tomarse sin pensar en las consecuencias que ésta puede tener para él mismo. Esta última teoría conocida como el “velo de la ignorancia”.
Estas dos visiones tan distintas me han hecho reflexionar y pensar en qué sería, en verdad, lo mejor para un gobierno. La teoría que defiende Adam Smith es en parte cierta, ya que si todo el mundo busca beneficiarse a sí mismo, de alguna manera la sociedad avanza y progresa. Esto lo vemos reflejado en el capitalismo, que es una sociedad en la que la tecnología mejora y cambia todo el tiempo, donde los servicios que se ofrecen son cada vez más completos y perfeccionados, etc. Esto es así puesto que todos intentamos mejorar nuestra propia situación, ganar más dinero o más reconocimiento. Si no existe una competencia por ser el mejor o para destacar en algo, las personas tienden a dedicar menos esfuerzo a sus labores por falta de una motivación.
Por otro lado, la teoría del velo de la ignorancia también tiene parte de verdad. Si un político solo toma sus decisiones pensando en las consecuencias que tendrá para él, como sugiere la teoría de Adam Smith, al final solo va a tomar decisiones que beneficien exclusivamente a su persona. De este modo puede estar perjudicando a muchos otros colectivos. Por ejemplo, si se adjudica a sí mismo y al resto de políticos sueldos altísimos a costa de reducir el presupuesto en sanidad, estaría mejorando su situación pero empeorando la del resto de la población. Por lo tanto, esto desmiente en parte la teoría de Adam Smith. Pero si no pensamos en las excusas en absoluto, puede llegar a tomarse una decisión que perjudique a toda la población, lo cual sería contraproducente.

Esto nos lleva a una conclusión un tanto confusa: ambas teorías son ciertas y falsas al mismo tiempo. Y la pregunta que me planteo es la siguiente: ¿cuál sería la más adecuada para ser aplicada en un gobierno real?

José Rodríguez Vilas

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