Hace
poco he tenido la oportunidad de estudiar dos formas diferentes de entender qué
debe guiar a los dirigentes de un país a la hora de tomar una decisión. Una era
la del conocido filósofo y creador del capitalismo Adam Smith, que defiende que
todas las personas deben tomar sus decisiones pensando en sí mismos, es decir,
de forma egoísta, mientras que otro
filósofo, John Rawls, decía que para que una decisión que afecte a muchas
personas sea legítima debe tomarse sin pensar en las consecuencias que ésta
puede tener para él mismo. Esta última teoría conocida como el “velo de la
ignorancia”.
Estas
dos visiones tan distintas me han hecho reflexionar y pensar en qué sería, en
verdad, lo mejor para un gobierno. La teoría que defiende Adam Smith es en
parte cierta, ya que si todo el mundo busca beneficiarse a sí mismo, de alguna
manera la sociedad avanza y progresa. Esto lo vemos reflejado en el
capitalismo, que es una sociedad en la que la tecnología mejora y cambia todo
el tiempo, donde los servicios que se ofrecen son cada vez más completos y
perfeccionados, etc. Esto es así puesto que todos intentamos mejorar nuestra
propia situación, ganar más dinero o más reconocimiento. Si no existe una
competencia por ser el mejor o para destacar en algo, las personas tienden a dedicar menos esfuerzo a sus labores por falta de una motivación.
Por
otro lado, la teoría del velo de la ignorancia también tiene parte de verdad.
Si un político solo toma sus decisiones pensando en las consecuencias que
tendrá para él, como sugiere la teoría de Adam Smith, al final solo va a tomar
decisiones que beneficien exclusivamente a su persona. De este modo puede estar
perjudicando a muchos otros colectivos. Por ejemplo, si se adjudica a sí mismo
y al resto de políticos sueldos altísimos a costa de reducir el presupuesto en
sanidad, estaría mejorando su situación pero empeorando la del resto de la
población. Por lo tanto, esto desmiente en parte la teoría de Adam Smith. Pero
si no pensamos en las excusas en absoluto, puede llegar a tomarse una decisión
que perjudique a toda la población, lo cual sería contraproducente.
Esto
nos lleva a una conclusión un tanto confusa: ambas teorías son ciertas y falsas
al mismo tiempo. Y la pregunta que me planteo es la siguiente: ¿cuál sería la
más adecuada para ser aplicada en un gobierno real?
José Rodríguez Vilas
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