sábado, 20 de septiembre de 2014

Dar razones

Comparecencia del presidente del gobierno español en rueda de prensa

   El cansancio que nuestra sociedad muestra hoy ante el espectáculo de lo político se manifiesta, no tanto en la indignación que genera el ambiente de corrupción -cuyas causas abiertas jalonan los juzgados de nuestro país-, como en el hartazgo de las imágenes y afirmaciones huecas que ofrecen sus representantes, diestros en la repetición de las consignas de partido que entorpecen la discusión en el ágora de la vida pública.
Como antídoto al malestar que generan los tapujos contables y los desvíos fraudulentos de fondos públicos, los partidos políticos han comenzado a esgrimir el concepto de “transparencia”. Lamentablemente dicho concepto se ha banalizado, como dice el filósofo Manuel Cruz, en el artículo Las opacidades de la transparencia,  pues se ha confundido la obligación que tienen los que gobiernan de dar cuenta a los ciudadanos de todos sus actos -especialmente del uso del dinero- con la sobreexposición de su presencia en la redes sociales y medios de comunicación, como un modo de acercamiento con el fin de generar confianza entre quien pide transparencia
Como dice Cruz:  “ desde el instante en que se desliza la idea de que el modelo de conocimiento es la mera visión (porque se da por descontado que lo importante es poder verlo todo, o que nada quede oculto a la mirada de la ciudadanía), se empobrece radicalmente la esfera pública, que abandona su antigua condición de ágora en la que debatir para transformarse en escenario de una representación en la que la palabra (esto es, el argumento, el discurso) termina por resultar perfectamente insustancial” de ahí como señala más adelante que podría afirmarse que “la imagen no tiene memoria. Probablemente se derive de ahí la compulsión de algunos de nuestros políticos —tanto los emergentes como los de más rancio abolengo— por aparecer de manera constante en esos espacios privilegiados de visibilidad que son los medios de comunicación de masas y las redes sociales, desentendiéndose casi por completo del contenido de sus mensajes, que suelen quedar relegados por lo general al rango de meras consignas de paso universal.”
Necesitamos, pues, más razones y menos imágenes, opiniones o consignas. Si “la imagen no tiene memoria”, el logos sí la tiene. De nuevo tendremos que hacer una lectura de la alegoría de la caverna para renovar las lecciones que el mito platónico todavía nos sigue ofreciendo.

Nos vemos en clase.

Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona


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