domingo, 28 de septiembre de 2014

¿En qué medida nos dan nuestros sentidos un conocimiento del mundo tal y como es verdaderamente?



¿Está usted de acuerdo con la oración “no se debe hablar sin tener conocimiento previo”? La verdad es que si lo está o no es irrelevante. Es imposible mantener una conversación, monólogo, coloquio o discurso sobre un tema sin tener nociones básicas de él (en el caso de un asunto figurado, intangible o abstracto). Pero la cosa cambia cuando se habla sobre un hecho real que ha ocurrido, ya sea en un pasado lejano o próximo. En ese caso, es necesaria la posesión de información sobre él. Información pura, primitiva e inalterada, que no haya sido modificada o pasada por ninguna clase de filtro que pudiera hacer que perdiese su veracidad original. Ahora bien: ¿cómo se puede recabar esa información asegurándonos de los aspectos mencionados? La respuesta radica en nosotros. No “nosotros” en un sentido de comunidad o agrupación armónica que piense, actúe y sienta como un solo ser, sino en una agrupación de entes individuales. Y cada uno de esos individuos dispone de sentidos, cuyo control posee, que le dan la capacidad de transformar la realidad en información. En absoluto ejerciendo una función traductora, pues ambos lenguajes (el de la realidad y el de la información) son diferentes, y como elementos dispares los dos tienen mil y una desigualdades, teniendo el de la realidad infinitas posibilidades en un rango menor de actuación, y poseyendo el de la información menos posibilidades de transmisión en un rango mucho mayor. Por si alguien se ha perdido, en su situación tiene el ejemplo. La función “metalingüística” del pensamiento nos permite charlar sobre él mismo, pero es complicado hallar las palabras exactas para poder dar a comprender cierta idea que, sin embargo, surge en nuestra cabeza de manera (relativamente) fácil. Volviendo a lo anterior, nuestros sentidos no realizaban una función traductora, sino transformadora, intentando adaptar lo mejor posible lo que la realidad es en sí misma, a algo que todos nosotros podamos comprender y asimilar. Y son ellos de lo único de lo que nos podemos fiar y tener convicción plena. Por supuesto, no somos sistemas infalibles de asimilación de datos, pues en nuestras diferencias de comprensión de la realidad radica lo que nos hace a todos iguales y a la vez, diferentes. Diferentes por la razón obvia, que no somos copias unos de otros, y por lo tanto nuestras experiencias o asunciones hacen que nuestras “transformaciones” de las que hablábamos antes no sean idénticas, pero en el hecho de poder transmitirlas a otras personas lo más exactamente posible radica lo que nos hace iguales, porque tanto yo podré hacerles ver a ustedes que estaban errados como ustedes me lo podrán hacer notar. 

 Y ya puestos, cambiemos el nombre de “transformación” por el de “razón”. Porque las razones son la realidad expresada de manera inalterada. Y las razones nos hacen equivalentes.


Mateo Bello Villarino 1º BI


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