La película 12 hombres sin piedad presenta la duda razonable de, ¿hasta qué punto puedo
estar seguro de que sé lo que sé? Esta es una pregunta de difícil repuesta,
dado que todo lo que nuestros sentidos perciben lo asumimos como la
realidad. Además, somos seres con sentimientos y pensamientos particulares, lo
que provoca una cierta inclinación a anteponer una opinión a otra por el mero
hecho de poseer nuestras propias ideas preconcebidas. A veces, obviamos o
quitamos valor a las pruebas, no solo a las concluyentes que pueden significar
cambiar por completo, sino a las que simplemente nos hacen dudar sobre la
veracidad de nuestro parecer.
En la película, los indicios y testimonios parecían apuntar a que
el joven acusado de asesinar a su padre era, sin ninguna duda, culpable. Once
de los 12 presentes en el jurado pensaban precisamente eso, pero ese 12º jurado
tenía una ligera duda con lo que, siendo valiente y sin permitirse sucumbir a
la presión de grupo, se opuso a la opinión general.
A raíz de ver esta situación en la que el jurado se mostraba tan
reticente a cambiar de opinión, siendo los hechos discutidos gracias a ese 12º
jurado evidencias irrefutables de que el joven era inocente, llegué a la
conclusión de que nuestros pareceres son mucho más determinantes a la hora de tomar
una decisión de lo que creía, aunque sea sin implicaciones
sentimentales directas, siempre tendemos a relacionar un hecho con nuestras
vivencias.
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