lunes, 29 de septiembre de 2014

"Pechos fantásticos y dónde encontrarlos."

 


"Pregúntame qué clase de porno me va... y te llevaré en un mágico viaje a fanfiction.com/harrypotter/nc17". Lo que me pone es Ginny Weasley en la Sección Prohibida con la falda levantada, Sirius Black en un pasadizo secreto jurando solenmente que eso es una travesura y Draco Malfoy en la Sala de los Menesteres deslizándose en mi cámara de los secretos. Soy una consumidora sin complejos de la potterótica y la parte más sexy no es la manera en la que Cho Chang se monta en esa escoba o el sonido de Myrtel gimiendo, la parte más sexy es el saber que forman parte de una historia más grande. Que existen más allá de ocho minutos de "Tetas y más tetas en una orgía", que sus erecciones no son su parte más fuerte y aún así... sigo escuchando que mi porno no es realista.
No tan erótico como mostrar un culo diciendo "ACABA DE CUMPLIR LOS 18, puedes tener fantasías con la chica más joven por la que no tendrás que ir a la cárcel". Me dicen que mi porno no es tan realista como una habitación llena de lesbianas suplicando por una polla. Me dicen que esto es lo que se supone que me tiene que poner. No me des carne cruda, y me digas que es alimento... reconozco un matadero cuando veo uno. Se parece a esos livestreams los siete días de la semana, 24 horas al día que van a recordarme que los hombres pueden follarme cuando les de la gana, que hay un uso para mi boca y no es hablar, que un hombre es más poderoso cuando tiene una mujer agarrada del pelo.  La primera vez que un hombre al que quería me agarró las muñecas y me llamó "zorra", no pensé "corre", pensé "esto es igual que en las películas". 
Reconozco un matadero cuando lo veo, se muestra en forma de páginas web y seminarios que te enseñar cómo follarte a más zorras, se muestra como niños de 15 años sufriendo acoso escolar por ser vírgenes, se muestra como el hombre que no se inmutó cuando le dije "para" y él oyó "insiste más". Si juegas en una carnicería el tiempo suficiente, te acostumbras al sonido de los gritos. 
Es tan solo otro efecto colateral de la industria, todo acaba cortándose en pequeñas piezas comercializables. Yo no pienso manchar mis manos de sangre. No voy a creer en mujeres diseccionadas. Mi sexualidad no puede ser empaquetada; mi sexualidad es magia, es parte de una historia más grande; yo soy estoy completa, existo cuando tú no me estás follando y no voy a ser cortada en pedazos nunca más."


En este poema transcrito encima de estas líneas, la poeta Brenna Twohy hace una crítica visceral a la industria del porno actual, comparándola con un matadero que mata la sexualidad femenina para venderla por partes al mejor postor. Y parece ser una analogía repugnantemente adecuada, pese a quien pese, y que no se lo crea que busque un poco de porno por internet. Y al que no le apetezca, pues se lo resumo: mujer joven, de vientre plano, depilada, de grandes pechos y gran trasero; mujer joven, de pocas miras y un desaforado apetito sexual, basado curiosamente en satisfacer a un hombre; mujer joven, rubia, morena, pelirroja o asiática (es que a no todos les va lo mismo, ¿sabes?), pero siempre sumisa y complaciente, comienza un anticipadísimo acto sexual practicándole una felación a un hombre rudo con un miembro de considerables proporciones, hasta que hombre rudo y bien dotado se canse y mande a mujer joven, sumisa y complaciente cambiar de posición tanto como le plazca. Repetir si es necesario.
Mujer, sumisión; hombre, dominación. Grandes tetas, grandes culos, grandes miembros. Mujer complaciente, hombre varonil. Tópicos y más tópicos que dan a millones de jóvenes (y con jóvenes me refiero indistintamente a chicos y chicas) en los albores de su despertar sexual unas expectativas irrealistas con respecto a cómo funciona el sexo. Chavales de catorce años postrados fascinados ante las pantallas de sus ordenadores fantaseando sobre unas mujeres que la industria del porno ha definido como "objeto bonito y de proporciones estándar hecho para complacer tus necesidades sexuales". Chicas de mi edad mirándose al espejo acomplejadas y frustradas porque sus tetas no son lo suficientemente grandes o porque sus caderas son demasiado anchas.
¿Cuando nos despertaremos y nos daremos cuenta de que esta clase de porno es deshumanizador tanto para hombres como para mujeres? Hombres reducidos a un manojo de instintos básicos, a la dominación, al control de las emociones pero no de los impulsos, hombres varoniles, hombres machos. Mujeres reducidas a proporcionadoras de placer, a sexo, a una cosa hecha para mirar que debe tener unas medidas, una forma y un color concreto, mujeres florero.
Hablen lo que hablen y conspiren lo que conspiren, los jóvenes se las van a arreglar para encontrar ese porno que satisfazca una curiosidad que tanta gente intenta convertir en algo malo. Y estos jóvenes, en vez de encontrarse ejemplos de una sexualidad normalizada y sana, lo que van a ver es algo que les creará unas expectativas y una forma de relacionarse con el sexo tan antinaturales y alejadas de la realidad que difícilmente serán capaces de lograr tener una vida sexual plena y satisfactoria. ¡Normalicen el asunto de una vez, hagan algo real! Porque por mucho que lo parezca, el sexo no es una industria, sino una parte de nuestras vidas que está siendo contaminada.

 

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