La cuestión de si apareció antes el pensar o el
lenguaje es una cuestión que aún no está completamente resuelta, pues no hay
nada que nos demuestre que una de las dos cosas fue anterior a la otra de forma
totalmente segura.
Cuando nosotros pensamos, en nuestra mente se crea
un mundo propio con elementos
también propios creados así por ella. Estos no tienen por qué tener un nombre concreto,
un nombre que nos venga dado por el aprendizaje del lenguaje en sí mismo,
simplemente los creamos en nuestras mentes y los identificamos, creando una
especie de “lenguaje” propio, interior, con el que nos comunicamos con nosotros
mismos. Esto se puede comprobar en la película de El milagro de Anna Sullivan ya que a pesar de que Hellen carecía de un lenguaje en el pleno sentido de la
palabra, en su mente existían pensamientos; pensaba, razonaba. Con los sentidos
que poseía, percibía los estímulos y así creaba su propia realidad. A pesar de
que no era capaz de transmitir al exterior lo que en esta pasaba, ella
identificaba los elementos, entendía los hechos y reflexionaba. ¿Cómo podemos afirmar
que una persona no posee un lenguaje? ¿Cómo podemos averiguar que este no está
oculto en su interior?
El lenguaje no tiene únicamente relevancia
comunicativa, sino que también tiene relevancia psicológica, epistemológica y
ontológica, es decir, que es un modo de
ser, el modo de ser que caracteriza a todos los elementos de nuestra
realidad. Parémonos a reflexionar. ¿A que llamamos realmente lenguaje? Cuando
nos referimos a “el lenguaje”, con
este artículo antepuesto estamos asumiendo que sólo hay un lenguaje, que hay un
lenguaje único. ¿Acaso no hay más de un lenguaje? ¿Acaso este es siempre
homogéneo, uniforme?
El lenguaje es muy útil a la hora de expresarnos
pero muchos pensamientos no se pueden comunicar mediante su utilización,
mediante palabras. ¿Cuantas veces no hemos dicho la frase de: “No se puede
expresar con palabras”? Es verdad que el lenguaje es un gran instrumente para
la comunicación, pero al mismo tiempo que amplía también limita como sucede con
la mayoría de las cosas. Por una parte amplía,
mejora, la comunicación y las relaciones sociales pues, sin el lenguaje, esta
sería inviable. Por otra, nos limita a la hora de expresarnos fielmente a lo
que pensamos, pues los pensamientos son elementos muy complejos y como tales no
se pueden expresar exactamente ni de forma completa. Además, un mal
conocimiento del lenguaje puede hacer que las ideas que transmitamos sean
equívocas y contrarias a lo que realmente pensamos, por no hablar del arma
detonante que puede llegar a ser dando lugar a altercados y situaciones
violentas que no deberían ser ejecutadas. Tenemos la típica frase que la gente
utiliza para “demostrar” que es sincera: “Yo digo lo que pienso”. Es verdad que
ser sincero significa decir lo que realmente piensas y sientes pero no podemos
decir todo lo que pensamos porque si no esta poderosa arma se disparará en
muchas ocasiones provocando heridos.
Debemos reflexionar sobre lo que queremos expresar antes de hacerlo y
plantearnos una pregunta cuando lo estamos haciendo: ¿De qué estoy hablando
realmente?
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