La duda. ¿Antecedente o contrario a la
afirmación?
Podemos decir que antes de la verdad hay preguntas,
aquellas a las que les deben seguir sus consecuentes respuestas para adquirir
la provisionalidad de la verosimilitud.
Pero, ¿qué preguntarnos para hallar la razón de la
verdad?
Sencillamente comenzar creyendo en la posibilidad de
la duda nos hará buscar argumentos fuera de la propia opinión preconcebida. Nos
hará replantearnos la fiabilidad de lo “evidente”, observaremos para investigar
y nos basaremos en experiencias objetivas. Manteniendo, para luego justificar,
el motivo principal por el cual precisamos hallar dicha certeza.
Pero aclaremos el proceso inicial:
Sencillamente como adverbio que implica facilidad y
simpleza no es más que un hecho meramente estético que esconde la dificultad
del acto al que modifica concreta palabra.
Empezar por creer en la duda es complejo, ya que una promiscua
cuestión puede hacer que te des cuenta de una realidad chocante. Y no todos
estamos preparados.
Hay dudas a medida, personales, colectivas, hasta
universales. Pero cada cual es dueño de su voluntad de dudar.
Reflexionar sobre la veracidad de algo conlleva
conocimiento previo y el resultante descubierto, es entonces cuando quizá nos
olvidemos de la compañía de la responsabilidad. El hecho elemental de pensar
con voluntad propia implica valor, coraje y carisma.
Defender una duda, implica arriesgarse a perder la
común felicidad de la ignorancia.
¿No obstante, es eso felicidad?
He aquí la paradoja.
Atreverse a dudar para aquel que busque la seguridad
de la verdad, no es atreverse, es querer establecer los pilares de tus
fundamentos; es la necesidad de asegurarse la respuesta.
Por tanto la
ingenua feliz ignorancia creo hallarla lejos de ser realidad.
Para finalizar, he oído decir más de una vez una
afirmación muy ocurrente que no es sino, un incentivo a razonar y reflexionar.
Y esta es: “No existen preguntas sin respuestas, sólo preguntas mal
formuladas.”
Alba Sánchez Aguión 1º BI
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