miércoles, 1 de octubre de 2014

La duda. ¿Antecedente o contrario a la afirmación?

Podemos decir que antes de la verdad hay preguntas, aquellas a las que les deben seguir sus consecuentes respuestas para adquirir la provisionalidad de la verosimilitud.
Pero, ¿qué preguntarnos para hallar la razón de la verdad?
Sencillamente comenzar creyendo en la posibilidad de la duda nos hará buscar argumentos fuera de la propia opinión preconcebida. Nos hará replantearnos la fiabilidad de lo “evidente”, observaremos para investigar y nos basaremos en experiencias objetivas. Manteniendo, para luego justificar, el motivo principal por el cual precisamos hallar dicha certeza.
Pero aclaremos el proceso inicial:
Sencillamente como adverbio que implica facilidad y simpleza no es más que un hecho meramente estético que esconde la dificultad del acto al que modifica concreta palabra.
Empezar por creer en la duda es complejo, ya que una promiscua cuestión puede hacer que te des cuenta de una realidad chocante. Y no todos estamos preparados.
Hay dudas a medida, personales, colectivas, hasta universales. Pero cada cual es dueño de su voluntad de dudar.
Reflexionar sobre la veracidad de algo conlleva conocimiento previo y el resultante descubierto, es entonces cuando quizá nos olvidemos de la compañía de la responsabilidad. El hecho elemental de pensar con voluntad propia implica valor, coraje y carisma.
Defender una duda, implica arriesgarse a perder la común felicidad de la ignorancia.
¿No obstante, es eso felicidad?
He aquí la paradoja.
Atreverse a dudar para aquel que busque la seguridad de la verdad, no es atreverse, es querer establecer los pilares de tus fundamentos; es la necesidad de asegurarse la respuesta.
 Por tanto la ingenua feliz ignorancia creo hallarla lejos de ser realidad.

Para finalizar, he oído decir más de una vez una afirmación muy ocurrente que no es sino, un incentivo a razonar y reflexionar. Y esta es: “No existen preguntas sin respuestas, sólo preguntas mal formuladas.” 

Alba Sánchez Aguión 1º BI

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