Los
seres humanos a pesar de ser, supuestamente, los únicos seres con
capacidad para pensar y reflexionar sobre lo que hacemos o hacen los
los demás, es decir, ser los únicos seres racionales, a menudo nos
dejamos llevar por nuestras emociones o prejuicios. Esto es
importante ya que, en muchos casos, otras personas sufren las
consecuencias de lo que nosotros dictaminamos como verdadero sin que
realmente nosotros mismos nos hayamos parado a pensar lo que decimos.
De este modo nuestros propios sentidos nos pueden hacer creer que
hemos visto u oído algo que realmente no hemos ni presenciado ni
escuchado, o que si hemos escuchado o presenciado pero nuestro
cerebro de forma no intencionada altere lo visto o escuchado para que
se adapte a nuestros prejuicios acerca de alguna clase social,
persona, tribu urbana, condición sexual, procedencia o religión.
Esta misma reflexión se puede llevar a cualquier contexto de nuestra
sociedad actual, porque quien no ha oído la famosa frase de: mira
como va vestido ése, seguro que procede alguna familia
desestructurada, de algún barrio bajo o está metido en el mundo de
las drogas. Pero igual ese chico con esa apariencia tan extraña es
un alumno brillante con una educación exquisita y lo único que
nosotros estamos haciendo al decir esta frase es el ridículo. Esta
misma situación la podemos llevar al ámbito de la película “12
hombres sin piedad”, en la que al principio de la historia 11 de
los doce miembros que forman el jurado se posicionan a favor de la
culpabilidad del chico. Poco a poco durante la película el jurado nº
8 va demostrando al resto de sus compañeros que no se puede juzgar
tan rápidamente al chico, ya que a pesar de que los supuestos
testigos aseguran haberlo presenciado todo con claridad, el jurado
nº8 va demostrando durante la película que estos testigos pudieron
haberse dejado llevar por sus emociones, prejuicios o simplemente por
la necesidad, que todo ser humano tiene de sentirse escuchado,
importante o útil para resolver un problema.
Como
conclusión, no debemos dejarnos llevar por nuestros prejuicios,
sentimientos o emociones ya que estas pueden hacernos creer que
sabemos algo con total seguridad y en realidad no saber nada sobre lo
ocurrido. Los sentimientos no nos permiten hacer una reflexión
racional sobre algún tema, ya que nos impiden ver lo que realmente
ocurrió, es por ello que si queremos hacer una verdadera reflexión
debemos alejarnos de nuestras emociones y analizar lo ocurrido desde
la lejanía. A pesar de todo esto, los sentimientos y las emociones
no son inútiles ni inservibles si no que constituyen, en gran parte,
la base del ser humano, ya que los sentimientos junto con la
capacidad para razonar son nuestras señas identidad como especie
dentro del reino animal del que somos parte.
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