Ayer me llamaba la atención un titular del
diario económico Expansión: Platón y Kant inspiran MBA con otra filosofía que recogía
un artículo de Melissa Korn (The Wall Street Journal) en el que se
preguntaba la razón por la que los departamentos
de filosofía invaden, cada vez más, los programas de los Masters en finanzas de
muchas instituciones con la declarada intención de sacar algún aprendizaje de
la crisis financiera presente. Una de las lecciones aprendidas parece
ser que ha sido el promover en sus alumnos la necesidad de pensar, sobre todo en algo más que no sea “ganar dinero”. De cómo esta hybris -que
se apoderó de la industria financiera y se llevó por delante, ahorros, empleos
y los sueños de millones de personas-, es testimonio el espléndido trabajo Inside Job,
con el que Charles Ferguson ganó el Oscar al mejor documental en 2011.
¿Por qué los alumnos de escuelas de negocios que
quieren conseguir un puesto en el sector financiero, en una empresa tecnológica
o en una gran firma de consultoría están leyendo a Platón?
Parece ser que estos “nuevos cursos y programas cargados de filosofía
tratan de satisfacer una demanda creciente de muchos empresarios, que se quejan
de que los recién graduados están capacitados para resolver problemas
particulares pero que, muy a menudo, carecen de una perspectiva global....Los
estudiantes escriben ensayos para explicar cómo las ideas ganan importancia. Joao
Montez, profesor de Economía que dirige el programa, asegura que lo importante
es que los alumnos reflexionen, aunque sea por un breve momento, acerca de
pensamientos que cambian el mundo.” ¡¡Vaya!! Cómo me suena esta
cantinela, espero que alguno de mis alumnos lea este artículo y entiendan que
los criterios económicos no son, a la postre, tan económicos.
En conclusión, y volviendo a los que saben, recuerdo
un reportaje escrito por Juan Cruz en el País el 1 de enero de 2014: La Filosofía aprende a vivir como María, en
el que el profesor José Luis
Pardo Torío, Catedrático de la Facultad de Filosofía de la Universidad
Complutense de Madrid, analizaba así las consecuencias del
llamado "desentendimiento de la filosofía" en los programas de
enseñanza, y su sustitución por materias de supuesta rentabilidad económica: “es
cierto que la filosofía no da dinero ni poder, pero la cuestión es que ni los
mercados ni los ministerios pueden evitar que los seres humanos no estemos
hechos exclusivamente para la rentabilidad. Alguien puede tener la ilusión de
que, con estos cambios neoliberales en la cultura educativa, nuestra sociedad
volverá pronto a la prosperidad... Pero la cuestión es que —como la crisis
económica nos ha enseñado—, esa presunta riqueza hoy tan añorada puede ser
también una forma de pobreza que, aunque sea menos ostentosa que la de las
hambrunas, no es ni menos grave, ni menos injusta ni menos inhumana”.
Hace unos días, el pasado 17 de octubre, el
Catedrático de Filosofía Jorge Álvarez Yágüez, se despedía así, Adiós, alumnos adiós tras decenios de profesión en un artículo en el
periódico Faro de Vigo.
“Hoy no iré a clase, no lo haré ya más, después de
varios decenios haciéndolo, y los últimos en esta ciudad. Ya no enseñaré a
Descartes o a Kant, a ninguno de los grandes pensadores de la humanidad.
¿Nostálgico?, no, decididamente no; ha sido una decisión voluntaria. En muy
poco tiempo no podría seguir haciéndolo aunque quisiera, pues la nueva Ley que
este curso se pone en marcha, no dejará lugar alguno para el pensamiento, dará
el último paso para desterrarlo de la enseñanza. Progresivamente se han ido introduciendo
medidas para dejar a la filosofía fuera. La máxima en la que Kant cifraba el
ideal ilustrado, pensar por uno mismo, no es ya la de ninguno de los
gobernantes, de distinto color, que se han ido sucediendo. Todos parecen estar
de acuerdo que todo lo que no sea utilitario, estrictamente funcional debe ser
excluido. Y siguiendo ese esterilizante criterio lo que habría de ser una
amplia formación del individuo, esa que le tornara en un ser complejo y crítico
en lo que afecta a entendimiento y sensibilidad a través de los inicios en los
hitos de nuestra cultura, en la ciencia, arte, filosofía... va dejando su lugar
a una especie de adquisición de habilidades de diferente nivel para el empleo.
Una estrecha adaptación del individuo a las exigencias más inmediatas del
mercado, al menos tal como interpretan algunos tales exigencias. Obsérvense si
no las recomendaciones de la OCDE, cuyos informes pesan ya más que ningún otro
en los distintos ministerios de Educación europeos, proponiendo introducir
materias de cultura financiera, uso de tarjetas de crédito (sic), etc……"
Y así seguimos, desde esta tribuna nuestro afecto para Jorge. Nosotros, todavía, nos vemos mañana en clase.
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